viernes, 3 de enero de 2014

Criterio 8. Parte 5. El hilo de la madeja del nombre ''América Latina'': el dominicano Francisco Muñoz del Monte, alguien que era al mismo tiempo, hispanoamericano y español, y su precursor, el chileno Santiago Arcos. Pero ¿es posible encontrar en Hispanoamérica la ''idea América Latina'' antes de 1851?

En esta serie de artículos hemos establecido que los primeros autores que usaron el nombre ''América Latina'' para indicar un sujeto colectivo, fueron hispanoamericanos, y lo hicieron en un contexto preciso: el de la expansión de EEUU sobre México, Nicaragua y Nueva Granada. Esto es: entre los años 1851 y 1857 lo usaron Francisco Bilbao y José María Torres Caicedo.

¿Qué quiere decir ''empezamos a dar a la América española el calificativo de latina''?


José María Torres Caicedo nos dejó una nota donde dice:


''Desde 1851 empezamos a dar a la América española el calificativo de latina; y esta inocente práctica nos trajo el anatema de varios diarios de Puerto Rico y de Madrid. Se nos dijo: -'En odio a España desbautizáis la América'. -'No, repusimos; nunca he odiado a pueblo alguno, ni soy de los que maldigo a España en español'. Hay América anglosajona, dinamarquesa, holandesa, etc.; la hay española, francesa, portuguesa; y a este grupo, ¿qué denominación científica aplicarle sino el de latina? Claro es que los Americanos-Españoles, no hemos de ser latinos por lo Indio sino por lo Español''. 


¿Qué quiere decir ''empezamos a dar a la América española el calificativo de latina''?


Sabemos que Francisco Bilbao introdujo el nombre en París, en una conferencia de 1856; de alguna manera, José María Torres Caicedo tomó conocimiento de esta conferencia y al año siguiente editó, también en París, su poema ''Las Dos Américas'', donde queda muy claro que:


''La raza de la América Latina

Al frente tiene la sajona raza''

Las Dos Américas, 1857.



Alegoría del ''Destino Manifiesto''.
John Gast, ''El progreso estadounidense'', 1872.















José María Torres Caicedo fue uno de los primeros en usar el nombre ''América Latina'' (según su propia versión) pero ¿quiénes fueron los demás? y ¿qué hacían ellos dos en París, en 1856? ¿Por qué no en Madrid o en una ciudad hispanoamericana? (Más allá de la hipótesis que en principio nos ha resultado más evidente, a saber: que las relaciones entre España y los países hispanoamericanos todavía no se habían normalizado completamente). 

Estas preguntas son muy importantes, ya que pueden ayudar a esclarecer cuál fue el móvil original que condujo a la elección del nombre ''América Latina'', además de las poderosas razones de contexto que hemos apuntado, y además de los criterios ''científicos'' que nos expone el mismo Torres Caicedo.


Las investigaciones del uruguayo Arturo Ardao y del chileno Miguel Rojas Mix nos conducen a los nombres del chileno Santiago Arcos y del dominicano Francisco Muñoz del Monte


Lo interesante de estos dos intelectuales hispanoamericanos es que se movieron y surgieron en ambientes que eran, al mismo tiempo, españoles e hispanoamericanos. Pero esos ambientes hispanos, por razones históricas estaban vinculados con ambientes ''latinos'' (no hay otra forma de decirlo). Son, no ya hombres de dos mundos, sino de tres , cuatro, o cinco mundos.


Santiago Arcos fue un político liberal y ensayista romántico que nació en Santiago de Chile en 1822, y falleció en París (en el exilio) en 1874, tras suicidarse disparándose en la cabeza y lanzándose al río Sena, deprimido y enfermo de cáncer, que entonces se llamaba ''gangrena''. 



Santiago Arcos

Formaba parte de un grupo de políticos radicales que Francisco Bilbao había formado en Chile: la ''Sociedad de la Igualdad''. ¿Por qué este nombre? Porque sus tres principios fundamentales eran los siguientes: ''1. la soberanía de la razón como autoridad de autoridades; 2. la soberanía del pueblo como base de la política; 3. el amor y la fraternidad universal como vida normal''

En una oportunidad en la cual fueron tildados de ''comunistas'' (a mediados del siglo XIX, en toda América, se llamaba ''comunistas'' a los partidarios de la abolición de la esclavitud, y en general, de la igualdad, independientemente de las ideas de Marx, ya que por entonces en América no se leía a Marx), ellos respondieron: ''Nos habéis llamado 'el Club de los Comunistas' y os decimos que no somos comunistas, que no queremos comunismo, que lo consideramos como un falso sistema, que jamás hemos predicado el comunismo en ningún lugar, y por boca de ninguno de los ciudadanos de la Sociedad de la Igualdad''


http://suite101.net/article/oligarquias-la-fraseologia-politica-de-sentido-inverso-en-1850-a81119



Los miembros de la ''Sociedad de la Igualdad'' eran lo que los historiadores de hoy llamarían ''demócratas radicales'', debido a que el modelo de democracia de entonces, era el modelo censitario; no se había habilitado el voto universal, solo votaban los hombres, los que sabían leer y escribir, los propietarios, etc., y esos eran una minoría de la población, considerando que la mayoría de la gente era analfabeta, no era propietaria, etc.

Santiago Arcos era el cuarto hijo del comerciante español Antonio Arcos, que había apoyado las luchas por la Independencia de Chile, y de la dama criolla Isabel Petronila Arlegui Rodríguez


Antonio Arcos Arjona, nacido en Málaga, Andalucía, era lo que se decía en la España de la época, un ''afrancesado''; por este motivo se trasladó, en 1814, a Buenos Aires, y llegó a ser Sargento Mayor de José de San Martín, encargado del relevamiento geográfico previo al cruce de los Andes. En 1817, participó en las batallas de Achupallas y Chacabuco; colaboró en la fundación de la Escuela Militar de Chile de la que fue su primer Director, y se lo recuerda por haber diseñado la bandera de Chile. En 1822 nació su cuarto hijo SantiagoHombre cercano a Bernardo O'Higgins, cuando se produjo la caída del caudillo chileno (1823), huyó, primero a Mendoza, y luego a Brasil, donde se destacó decorando mansiones.


Pero no se termina aquí la aventura de Arcos, porque también tuvo mucho éxito en París en el mundo de los negocios. Su hijo menor Santiago, que se cría en el ambiente de París, resulta ser un adolescente difícil, que no estudia ni trabaja; pregunta todo el tiempo por Chile; anda mezclado unas veces con la alta burguesía y otras con los revolucionarios socialistas. Al muchacho que pregunta por Chile le presentan un día del año 1845 a un joven exiliado chileno casi de su misma edad que reside y estudia en el Barrio Latino. Se llama Francisco Bilbao


Durante un viaje a EEUU, conoce al argentino Domingo Faustino Sarmiento, cuyo próximo destino era Valparaíso, en Chile. Santiago no duda en regresar con él. Se instala en Chile, donde se siente a gusto, y participa activamente en la vida política e intelectual del país, vinculándose con el Club de la Reforma.


En 1848, se produce la revolución en Francia. Antonio Arcos decide seguir los pasos de su hijo y regresa a Chile. Por segunda vez tiene éxito en los negocios, y funda el primer banco chileno: el Banco de Chile de Arcos y Cía. Antonio Arcos fallece en 1850 y le deja una cuantiosa herencia a sus hijos.


Santiago Arcos se encuentra de nuevo con Francisco Bilbao, pero esta vez en Chile, y juntos fundan, el 10 de abril de 1850, la Sociedad de la Igualdad. Entonces comienza para ambos una carrera de militancia política internacionalista que tiene por escenario a España y a toda Hispanoamérica: Chile, Perú, Argentina, Paraguay. Santiago Arcos es el más temido porque propone medidas concretas para realizar su ideal de igualdad. Hasta que un día, en un momento de depresión, y tras haber notado que tenía cáncer en la cara, Santiago se suicida:


''entristecido por cierta enfermedad angustiosa (una gangrena en la nariz), subióse una mañana del mes de Septiembre de 1874 sobre el parapeto de uno de los puentes de París, provisto de un cinto de plomo, y descargándose el cañón de una pistola en el cerebro, se precipitó en la eterna y triste nada de los suicidas''. Benjamín Vicuña Mackenna.


La gran pregunta es: ¿cuál sentían estos hombres que era su identidad? Sus vidas transcurrieron en España, Chile, Perú, Argentina, Brasil, Francia.


En una carta enviada desde la cárcel a sus compañeros, fechada en 1852, y que anticipa, por la consigna lanzada, al Rubén Darío de 1903 (''la estrella chilena se levanta''/.../ ''Vive la América española'') y a la Revolución mexicana de 1910 (''Tierra y Libertad''), Santiago Arcos dice:


''Demos el grito de PAN Y LIBERTAD y la Estrella de Chile será el lucero que anuncie la luz que ya viene para la América Española, para las razas latinas que están llamadas a predominar en nuestro continente [...]''. Miguel Rojas Mix, ''Los cien nombres de América: eso que descubrió Colón'', pág. 346.




Es como la doctrina estadounidense del ''Destino manifiesto'' pero al revés. Son los latinos los destinados a prosperar en América y no los anglosajones. Como se puede observar, el nombre ''América Española'' no está en contradicción con la idea de un continente de razas latinas, y esto mismo permite entender mejor la Oda a Roosevelt de Rubén Darío: ''¡Vive la América española! ¡Hay cien cachorros sueltos del León español!''. 


Bandera de Chile. Créditos: Aeveraal
El ''grito'' siempre viene de Hispanoamérica (es una idea hispanoamericana que intenta conmover a todo el continente) y es su capacidad de propagación en el continente de ''las razas latinas'', ''nuestro continente'', lo que le da la capacidad de extenderse de forma casi universal por América y poner a raya al Gobierno de EEUU, como era la idea de los creadores del nombre ''América Latina''. Por tanto, es un recurso geopolítico muy importante.

Además, -dice Miguel Rojas Mix-, gente como Santiago Arcos fue la que hizo que el nombre ''América Latina'' quedara asociado con un programa de profundas transformaciones sociales. Y que en consecuencia no pueda ser una ''etiqueta'' y mucho menos ''francesa'', aunque en las ideas de Arcos haya influencias francesas (Quinet, Michelet), como las podría haber en un español; pero en este caso estamos hablando de ideas propias y originales.



El hispano-dominicano-cubano Francisco Muñoz del Monte, el más antiguo pensador de la idea ''América Latina''


Este poeta y ensayista dominicano nos interesa todavía más, por ser 22 años mayor que Santiago Arcos. Nació en 1800 y murió en 1868. Su vida transcurre en gran parte durante la primera mitad del siglo XIX. Escribió poesías que no pueden verse sino como ''latinoamericanas''. Un ejemplo es ''La Mulata'':



Mulata de Brasil. Hacia 1869
''¡Mulata! ¿Será tu nombre
injuria, oprobio, o refrán?
¡No sé! Solo sé que al hombre
tu nombre es un talismán.

''Tu nombre es tu vanagloria,

en vez de ser tu baldón;
que ser mulata es tu gloria,
ser mulata es tu blasón.

''Ser mulata es ser candela,

ser mulata es imitar
en el mirar la gacela,
la leona en el amar.

''Copa que embelesa y mata
si se liba hasta la hez,
¿su almo encanto la mulata
lo debe acaso a su tez?


Detalle. Foto de 1869 
''Dúdanlo las gentes necias,
y ella que ama su color,
dice que entre las especias
la canela es la mejor.
..............................

''Y en tus brazos locamente

el hombre cae sin sentido,
como cae en fauce hirviente
de americana serpiente
el pájaro desde el nido''.
................................


El año en que nació Francisco Muñoz del Monte, la Monarquía hispánica, olvidando el principio sobre el cual se había edificado el Reino de España e Indias, creyéndose monarquía patrimonial, y en consecuencia, dueña de la patria chica dominicana, cedía, por el Tratado de Basilea de 1795, la parte española de la Isla de Santo Domingo a Francia.

Las familias más pudientes emigraron a Cuba, Puerto Rico, Venezuela y Colombia, donde contribuyeron a enriquecer la cultura local con su experiencia universitaria, con su experiencia como músicos: el primer piano que sonó en Cuba lo llevó una familia dominicana. Durante años, mantuvieron sus residencias, pensando poder regresar un día. 


No todas las familias pudieron emigrar: algunas porque sus bienes no podían transportarse, otras porque no los tenían, y otras por su apego a la tierra. A partir de entonces hubo dos generaciones de dominicanos: los que nacieron bajo la dominación francesa y los que nacieron en Cuba, Puerto Rico, Venezuela y Colombia.


Por eso algunos creían que Francisco Muñoz del Monte había nacido en Santiago de Cuba, cuando en realidad había nacido en Santiago de los Caballeros, en Santo Domingo. Y esto mismo era la señal de un hombre que pertenecía a dos mundos. En 1821 publicó en Santiago de Cuba el periódico ''La Minerva''.


Francisco Muñoz del Campo sería, en consecuencia, un hombre de tres mundos: dominicano, cubano y español peninsular. Será ciudadano español nacido en la isla de Santo Domingo (fue electo diputado a Cortes), pero su carrera transcurrirá, parte en Cuba, parte en España. Arturo Ardao ha estudiado este caso bajo el título de ''España en el origen de la idea América Latina''.


En 1836 se produjo en Santiago de Cuba un ''Pronunciamiento'' militar de ideología liberal, -al estilo del que protagonizara el General Riego en España, en 1820- en reclamo de la Constitución de Cádiz. El Pronunciamiento estuvo acaudillado por el General Manuel Lorenzo, pero no pudo prosperar por la oposición del Gobernador Político y Militar de Cuba, Miguel Tacón, quien, ''déspota por instinto, educación e interés, y resuelto a gobernar en Cuba como tirano'', persiguió ''a todos los liberales de Cuba como sediciosos e independientes'', en palabras del entonces periodista Francisco Muñoz del Monte. 


En el breve período que duró el pronunciamiento de Lorenzo, aparecieron en Cuba numerosas publicaciones de corta duración, como El Látigo de Cuba, que se consideraba llamado a ''corregir los abusos'', El Pasatiempo Cubano, isabelista, para el cual ''el cetro de los déspotas se ha roto en España y se ha roto para siempre'' e Imprenta libre, que consideraba a la prensa como ''el ejército más poderoso''.


Francisco Muñoz del Monte resultó ser uno de los principales colaboradores del General Manuel Lorenzo. Elegido diputado a Cortes en Madrid, con los mismos derechos que cualquier español -como fue el sistema hasta 1857-, se estableció en 1840 en La Habana donde ejerció su profesión de abogado. En 1847 pronunció el discurso de apertura de clases del Liceo de La Habana. En 1848 hubo otro intento liberal en Cuba, pero no solo fracasa sino que es aprovechado por algunos Estados sureños esclavistas de EEUU, que intentan anexarla. Decepcionado, Muñoz del Monte se exilia en Madrid.



En su exilio de Madrid, donde finalmente muere, Muñoz del Monte colabora de diferentes maneras con la Revista Española de Ambos Mundos y La América. Expresa su nostalgia por la patria americana en poemas tales como ''El verano de La Habana'', escrito desde el frío Guadarrama. En esto está en una misma línea con su condiscípulo José María Heredia, con su estilo costumbrista y romántico, y su gusto por los paisajes.

''Ese denso vapor que se levanta,

Opaco, blanquecino, amarillento,
Y sube en perezoso movimiento
Desde el bajo horizonte hasta el cenit.

''Es respiración ardiente y seca 

De la tierra de Cuba en el verano,
Abrazado suspiro, con que en vano
Llama del Norte la estación feliz.
..............................................

''Y arde el monte, y la loma, y la sabana,

Y la radiosa palma llama al trueno,
Y en la flecha que sale de su seno
Hunde el rayo su fuego aterrador.


Paisaje de Cuba. Créditos: Christopher Michel













''Y mustio, y palpitante, y requemado,
Exhala el árbol un chirrido agudo,
Y entre el denso espesor del bosque mudo
Corre tibio el arroyo soñador.
...............................................

''Dejadme sí en La Habana; la tierra de las flores

La tierra del deleite, del fuego y del amor.
Tu sol yo quiero, ¡oh patria!, tus vientos bramadores,
Tus negros huracanes, tu cielo y tu calor.
.............................................................

''Acaso helado un día al pie del Guadarrama,

Del sol que aquí me tuesta, del sol que aquí me inflama,
La lección vivificante mis labios pedirán,
Y entonces del recuerdo la lágrima quemante,
Surcando tristemente mi pálido semblante,
Caer helada al suelo mis ojos la verán''.


Mujer cubana. Créditos: Christopher Michel
Le gustan los paisajes tropicales, las mujeres morenas: ''Y la doncella Cubana/ es la gracia sobrehumana/ que une la hurí musulmana/ con la Ondina de Fingal''. Los paisajes fríos, las mujeres europeas, son el símbolo de su exilio, y el viaje, en la poesía cubana de entonces, simboliza la pérdida.

http://www.habanaelegante.com/Spring_Summer_2012/Azotea.html



América Latina en el pensamiento de Francisco Muñoz del Monte


Como colaborador de la Revista de Ambos Mundos, Muñoz del Monte aportó, en el año 1853, una serie de artículos titulados ''España y las Repúblicas Hispano-Americanas'', que fueron reimpresos por La América en 1857 bajo el título de ''España y América''. 


Arturo Ardao considera que la serie de 1853 contiene los conceptos fundamentales de lo que luego sería la idea ''América Latina'':


''En cuanto sepamos, es el primer escrito original de un publicista oriundo de la América no llamada todavía Latina, que acoja y desarrolle con amplitud doctrinaria la idea de la latinidad de esta''. Arturo Ardao, ''500 años después''.


Antes de seguir adelante conviene recordar cuál era el objetivo de la revista española donde por primera vez en la historia apareció claramente explicada la idea ''América Latina'':


''Destinada a España y América pondremos particular esmero en estrechar sus relaciones. La Providencia no une a los pueblos con los lazos de un mismo origen, religión, costumbres e idioma para que se miren con desvío y se vuelvan las espaldas así en la próspera como en la adversa fortuna''.


Los temas que aborda Muñoz del Monte son los mismos que otros pensadores de la idea ''América Latina''. Es interesante constatar que dicha idea se encuentra ya muy desarrollada en este texto de 1853, lo cual nos hace pensar en la precedencia de otros textos, y nos obliga a dejar planteada la pregunta ¿es posible hallar un ensayo sobre la idea ''América Latina'' en una fecha anterior a 1853-1851?


1. La expansión de EEUU


''Texas fue anexada -escribe Muñoz del Monte en 1853- California fue adquirida; Nuevo México fue agregado; las agregaciones, las adquisiciones y las anexiones, continúan siendo el objeto predilecto de la política exterior de la Unión: el desarrollo ulterior, la misma existencia futura de la raza latina son ya un problema, y el hermano Jonatás (brother Jonathan) prosigue creyendo supersticiosamente en la infalibilidad de su predestinación con la misma fe robusta con que Roma y Alejandro, Gengiskán y Napoleón creyeron en las suyas''.


Son muy importantes estas referencias históricas de Muñoz del Monte. Nos sitúan en el origen de sus reflexiones (ya muy maduras en 1853), y que es muy anterior a 1856 (el año en que Bilbao y Torres Caicedo introducen la idea en París, según ya hemos visto): 1. la segregación de Texas en 1836; 2. la doctrina del ''Destino manifiesto'', que es de 1845; 3. la guerra mexicano-norteamericana de 1845-1848, según analizamos detalladamente en la Cronología:


http://geopoliticahispanoamericana.blogspot.com/2013/12/criterio-8-parte-4-cronologia-del.html



Además, sabemos que Muñoz del Monte estaba al tanto de los proyectos estadounidenses para anexar a Cuba, en 1848. Nos dice Gregorio Selser que ''se debe a la pluma del Secretario Everett, con fecha 1° de diciembre de 1852, una de las clásicas notas escritas al respecto de la relación entre los Estados Unidos y las otras Américas, en lo referente a una proposición de neutralizar a Cuba''


Otro hecho destacable sería la firma del impopular Tratado Mallarino-Bidlack, entre la República de Nueva Granada y EEUU, por el cual la potencia del norte se aseguraba el libre tránsito por Panamá. Un hecho debemos tener muy presente (mucho más que el texto de Michel Chevalier de 1836) es que en 1845, el periodista estadounidense John L. O'Sullivan formula la doctrina del ''Destino manifiesto'', ante la cual la idea ''América Latina'' representa una reacción defensiva.


2. La identidad del continente americano, desde el punto de vista de su etnografía:


''Dos razas lo pueblan principalmente, la raza latina y la raza anglogermana, prescindiendo de la indígena y la africana''.



Las Tortilleras, 1836. Frédéric Lehnert



Existen entonces, una América Latina, una América anglogermana, una América indígena y una América africana. Este es un enfoque que no se encuentra en Michel Chevalier. Lamentablemente Muñoz del Monte descarta la capacidad de la América indígena y africana de poner a raya al elemento anglogermano (a pesar de lo que ha sido históricamente el aporte de Haití y de los movimientos indígenas) por la ''inferioridad física e intelectual [que] las subordina necesariamente a la acción más poderosa y civilizadora de las primeras''.

Este comentario parece extraño viniendo de quien es considerado un representante de la poesía ''afroantillana y negrista'', capaz de preguntarse:


''¡Mulata! ¿Será tu nombre

injuria, oprobio, o refrán?''

Si bien había resuelto el problema de forma erótica:


''¡No sé! Solo sé que al hombre

tu nombre es un talismán''.

Sin embargo, es muy posible que la inferioridad física e intelectual a la que se refiere no lo fuera en el plano biológico, sino social, fruto transitorio de las circunstancias









Lo cierto es que la propaganda racista era tan intensa en la época, que lo mejor que se podía conseguir era que apareciese mitigada al sur del río Bravo. Lo cual revela el daño que estaba operando el sistema esclavista en el Sur de los EEUU, en las Antillas y en Brasil, pero sobre todo en el Sur de los EEUU, ya que iba unido a otra forma de propaganda engañosa, basada en las supuestas virtudes de la ''democracia'' estadounidense, cuando, evidentemente, apenas era una ''democracia para blancos'', es decir, un régimen oligárquico.

¿Es la idea ''América Latina'' una manifestación más del racismo de la época o se la puede encontrar libre de ideas racistas? Es es un punto que vamos a desarrollar más adelante en este mismo artículo. 


La respuesta es que la idea ''América Latina'' existía antes de que se empezara a hablar y escribir sobre la ''raza latina'' y la ''raza sajona'', es decir, lo que se hizo luego fue (como dice Mónica Quijada) ''racializar'' el concepto. Los investigadores han hallado textos de José María Torres Caicedo del año 1850 donde no aparece la palabra ''raza''. Por alguna razón, el año 1851 fue decisivo en la introducción de dicha categoría.


Sigue desarrollando su idea Muñoz del Monte en su artículo de 1853, y entonces introduce un argumento muy interesante acerca de por qué la ''raza anglogermana'' nunca podrá absorber a la ''raza latina'', argumento que no se encuentra en Michel Chevalier:


''Esas dos razas han luchado desde la más remota antigüedad... El progreso y la fuerza están hoy del lado del elemento anglosajón o germánico. Su situación actual presagia, no es dable disimularlo, uno de los destinos más sorprendentes que pueden caber a un pueblo... Pero señalar el peligro no es declararlo inevitable y fatal... Las dos razas rivales lucharon también en la antigüedad, y desaparecieron durante la lid las formas externas del Imperio romano; pero la absorción no se verificó: la raza latina no se extinguió''.


Este último juicio conecta, al mismo tiempo, a Muñoz del Monte, con la ''idea latina'' (originaria de España) y con el pensamiento de Bolívar:


''Nosotros somos -dice en una carta- un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejo en los usos de la sociedad civil. Yo considero el estado actual de la América, como cuando desplomado el Imperio romano, cada desmembración, formó un sistema político, conforme a sus intereses [...] con esta notable diferencia: que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que, por otra parte, no somos indios ni europeos, sino una especie intermedia entre los legítimos propietarios del país, y los usurpadores españoles: en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar estos a los del país y mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado''. Simón Bolívar, año 1815.


Entre el texto de Francisco Muñoz del Campo y el de Simón Bolívar hay importantes similitudes: los dos se refieren a la evolución de las civilizaciones, a procesos de etnogénesis, y los dos toman como referencia para sus analogías al Imperio romano. Luego también existen importantes diferencias, que pasamos a explicar más adelante. Lo cierto es que Bolívar no necesita hablar de contiendas entre razas para describir de manera muy clara, cuáles son los problemas de identidad de América Latina; pero en el año 1851 se introdujo este nombre, según sus autores, para mayor precisión y por razones ''científicas''.


A continuación, Muñoz del Monte introduce lo que serían tres ''postulados'', en lo que parece ser, no un intento servil de reproducir a Michel Chevalier (a quien ni siquiera nombra), sino una crítica y reformulación de las ideas entonces en boga:


''1° Que en la lucha de las dos razas actuales, pobladoras y dominatrices de la América, si el elemento latino pesa más en la balanza bajo el aspecto de la extensión territorial y de la posición estratégica, el elemento anglogermano le lleva conocidas ventajas bajo el punto de vista de la importancia política y de la actividad social y civilizadora.


''2°. Que excepto la España y la Francia, ninguna de las otras naciones del Occidente y del Mediodía de la Europa, bien que tengan la voluntad y el deseo, cuentan con la posibilidad y los medios de contribuir eficazmente al mantenimiento del equilibrio de aquellos dos elementos.


''3°. Que no habiéndose revelado hasta ahora por la Francia un propósito firme y decidido de preservar de la proyectada absorción a los pueblos de raza latina establecidos del otro lado del Atlántico, la verdadera y sólida fianza de su salvación reside únicamente en sus propios recursos, secundados hasta el alcance de sus medios actuales por la simpática cooperación de su antigua metrópoli''.


Este postulado 3 desbanca completamente las tesis de Michel Chevalier, a quien tampoco en este caso se nombra. Francia es ineficaz para hacer lo que los países hispanoamericanos pueden por sí mismos, a España le toca secundarlos. Este postulado 3 representa una declaración de rechazo de las tesis del panlatinismo francés.


Y más adelante deja claro que la ''América española'' y la ''América latina'' no son ideas contradictorias:


''Hay otro interés supremo, predominante, sintético, que absorbe los demás intereses para fundirlos en uno solo, para enlazarlos con él, para asentarlos sobre él como sobre la firme e incontrastable base en que han de descansar los futuros destinos de la estirpe española diseminada y repartida hoy en diversas nacionalidades que ocupan casi la tercera parte de la tierra. Ese interés es el de la conservación de la raza latina''.


Por qué la misión de la estirpe española habría de ser la conservación de la raza latina queda explicado en el postulado 3: porque, dada la incapacidad de Francia, Europa entera quedará absorbida por las potencias anglogermánicas, salvo que España reaccione; pero en todo caso, -como diría más adelante el franco-argentino Paul Groussac- el ''espíritu de la Vieja Europa'' sobrevivirá en América.


Fuente de los fragmentos citados: Arturo Ardao, 500 años después.


¿Es posible encontrar la idea ''América Latina'' antes de 1850?


El colombiano José María Torres Caicedo era Redactor principal del diario El Día de Bogotá entre mediados de 1849 y fines de 1850, cuando se tomó la decisión de empezar a usar el nombre ''América Latina'', asociado a la categoría ''razas latinas''. Formaba parte del círculo de intelectuales de José Eusebio Caro (1817-1853), trece años mayor que él.



José Eusebio Caro
En cuanto a José Eusebio Caro,
fue un escritor, político y periodista comprometido con su época, que le cantó al amor, a la melancolía y a la patria, y escribió ensayos sobre la civilización, la libertad y el socialismo.

En 1837, escribió un poema patriótico en la misma línea que luego desarrollaría José María Torres Caicedo. Pero el tema de José Eusebio Caro es la intervención británica. La República de la Gran Colombia había contraído pesadas deudas con el Imperio británico desde su formación. Ya el enviado de Bolívar, Revenga, había terminado preso en una cárcel inglesa. El poema, se llama ''Guerra al inglés'', y contiene una advertencia muy clara sobre una potencial amenaza anglosajona que no lo es solo ante una cuestión puntual, sino que se trata de una amenaza a la cultura hispana de Colombia:


''¡Al campo, hijos de Bolívar!

Vamos a buscar el sable;
Que otra vez al aire ondea
De Junín el estandarte.

''Hoy el ladrón extranjero

Va a invadir nuestros hogares:
Ya del mar la espalda cubren
Sus huestes innumerables.

''Quiere hacernos sus colonos,

Quiere hollar nuestras ciudades,
Incendiar nuestros sembrados,
Profanar nuestros altares;

''Matar nuestra lengua hermosa,

Y hundirnos en luto y sangre,
Y gozarse en nuestros llantos,
Y en nuestro oprobio gozarse.

''¡Oh! ¡no! ¡jamás! ¡Oh! ¡primero

Pegar fuego a nuestros lares,
Y la casa do nacimos
Hacer volar por los aires!''.
.....................................

Los elementos de identidad que aquí se perciben como comprometidos son la religión y la lengua, mismos que Bolívar había señalados como claves para la identidad hispanoamericana. Por lo tanto, la determinación del elemento lingüístico en la preservación de la identidad continental, está planteado desde un principio.



El verdadero contexto de Michel Chevalier: teoría y práctica del panlatinismo (1829-1850)


La teoría según la cual el nombre ''América Latina'' es de la autoría de Michel Chevalier, quien de esta manera preparó el terreno para la invasión a México, adolece de un error grave: el contexto que importa para entender las ''Cartas de América del Norte'', no es el de Napoleón III, sino el de Luis Felipe, y tampoco es todavía el de México, Nueva Granada o Nicaragua, sino el del Río de la Plata. El Río de la Plata es, precisamente, el lugar donde las ideas panlatinistas de Michel Chevalier se llevaron a la práctica. No es necesario esperar al año 1861.


La intervención francesa en el Río de la Plata empezó en 1829 -siete años antes de que Michel Chevalier publicara las ''Cartas de América del Norte''- y no cesó hasta 1850, es decir, hasta la Convención Le Predour-Aran por la cual los franceses se comprometen a levantar el bloqueo en el Río de la Plata, es decir, durante 21 años. Es al final de este periodo, en 1851, cuando se toma la decisión de poner en circulación el nombre ''América Latina'', con el significado que le Francisco Muñoz del Monte, que es el de rechazo a las ideas del tipo de las de Michel Chevalier.


El colonialismo francés en el Plata no debe importarnos solo por su duración, sino por los hechos y las ideas que movilizó. Para empezar, creó una guerra civil, que empezó siendo nacional, luego se transformó en regional, y por último se volvió internacional. Creó una dualidad de poderes, que también fue una dualidad ideológica y geopolítica. Fue, probablemente la primera auténtica ''Guerra Fría'' (con episodios calientes) de la historia. Dio origen a dos partidos políticos irreconciliables durante 150 años: el Partido Colorado y el Partido Nacional.


Representó un intento -frustrado, pero que logró arraigar durante los años 1838-1850- de crear un enclave colonial francés en el Río de la Plata. Francia contó para esto con el apoyo de las élites hispanoamericanas de una manera que no se daría más tarde, cuando Napoleón III invadió México.


El elemento afrancesado y pro-británico del Montevideo bajo influencia extranjera (''Gobierno de la Defensa'') presentó numerosas iniciativas en ese sentido. En 1838, Francisco José Muñoz propuso al gobierno británico un estatus similar al de las islas Jónicas para Uruguay. Esta solicitud se reiteró en 1841 y en 1843-44. En 1848, Manuel Herrera y Obes propuso convertir a Uruguay en un protectorado franco-británico. También la colonia italiana alentó ideas similares.


Sin embargo, estas élites cipayas no son las creadoras del nombre ''América Latina'', como dice la conocida tesis. Los creadores, son sus adversarios ideológicos. Sobre las actitudes de este elemento colaboracionista, el General San Martín formuló el siguiente juicio:


''[...] Lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer''. Libertador General San Martín, 10 de julio de 1839. Carta a Juan Manuel de Rosas.


La intervención francesa en el Río de la Plata no solo no ayudó a la ''raza latina'' contra la ''raza anglosajona'' (al decir de Michel Chevalier), sino que facilitó la penetración del capital británico. Un reparto imperialista del mundo con Gran Bretaña era lo más que Francia podía aspirar, sin que le importara en lo más mínimo la suerte de ''las razas latinas''


Por eso en 1853, Francisco Muñoz del Monte pudo decir:


''Que no habiéndose revelado hasta ahora por la Francia un propósito firme y decidido de preservar de la proyectada absorción a los pueblos de raza latina establecidos del otro lado del Atlántico, la verdadera y sólida fianza de su salvación reside únicamente en sus propios recursos, secundados hasta el alcance de sus medios actuales por la simpática cooperación de su antigua metrópoli''.


Donde el hispano-dominicano-cubano Francisco Muñoz del Monte desbanca las tesis de Michel Chevalier sin dignarse siquiera mencionarlo, y esto no es porque sí.



La intervención francesa, británica y estadounidense en el Río de la Plata y en México, y su repercusión internacional


En 1829, bajo el Gobierno de Lavalle, en la Argentina, Venancourt, Comandante de la armada francesa en el Río de la Plata, ordenó asaltar la golera argentina ''Río Bamba'', en aguas jurisdiccionales de la República, y liberar a dos franceses, condenados por delitos comunes a cumplir a bordo su pena. Con este episodio se inicia un ciclo de 21 años de intervenciones franco-británicas en el Río de la Plata.


La violación del derecho marítimo por parte de los franceses, facilitó la intervención británica y norteamericana. En 1831, el Comandante Militar y Político argentino en las islas Malvinas, Luis Vernet, había apresado una goleta norteamericana que cazaba lobos marinos ilegalmente en aguas argentinas. Los Estados Unidos, como si estuvieran en sus propios mares, mandaron una corbeta de guerra que, en clara violación del Derecho nacional e internacional, liberó a sus marineros, sometió a pillaje las islas Malvinas y capturó a Vernet. Al mismo tiempo, el Gobierno de EEUU dio rango diplomático al cónsul Slacum, quien, de modo insolente, reclamó el ''castigo'' de Vernet por sus procedimientos.


La respuesta del Gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, no se hizo esperar: ''Nuestro propio decoro nos prohíbe considerar a ese caballero [Slacum] bajo otro carácter que el de un delincuente asilado en una legación''.


En enero de 1833, bajo el Gobierno de Juan Ramón Balcarce en la Argentina, el Capitán Onslow ocupó las islas Malvinas declarándolas incorporadas a Gran Bretaña. Sobre el desarrollo posterior de los hechos, remitimos a la Cronología:


http://geopoliticahispanoamericana.blogspot.com/2013/12/criterio-8-parte-4-cronologia-del.html


Con ocasión del bloqueo de Buenos Aires, en 1837, el Vicecónsul francés Aimé Roger intercambió opiniones con el Primer Ministro de Francia acerca de cuál era el objetivo final de estas acciones de piratería:


"Infligir a la invencible Buenos Aires un castigo ejemplar que será una lección saludable para todos los demás Estados americanos, corresponde a Francia hacerse conocer si quiere que se la respete".


Estas amenazas no fueron muy efectivas. Los que sí ingresaron realmente al Río de la Plata, junto con la Revolución de Julio, que llevó al trono a Luis Felipe I de Francia (1830-1848), último Rey de los franceses, fueron los autores franceses. Según el testimonio del argentino Vicente Fidel López:


''Nadie hoy es capaz de hacerse una idea del sacudimiento moral que este suceso [la Revolución de Julio] produjo en la juventud argentina que cursaba las aulas universitarias. No sé cómo produjo una entrada torrencial de libros y autores que no se había oído mencionar hasta entonces. Las obras de Cousin, de Villemain, de Quinet, Michelet, Jules Janin, Merimée, Nisard, etc. andaban en nuestras manos produciendo una novelería fantástica de ideas y de prédicas sobre escuelas y autores románticos, clásicos, eclécticos, sansimonianos. Nos arrebatábamos las obras de Víctor Hugo, Sainte-Beuve, las tragedias de Casimir Delavigne, los dramas de Dumas y de Víctor Ducange, George Sand, etc. Fue entonces que pudimos estudiar a Niebuhr y que nuestro espíritu tomó alas hacia lo que creíamos las alturas. La 'Revue de París' donde todo lo nuevo y trascendental de la literatura francesa de 1830 ensayó sus fuerzas, era buscada como lo más palpitante de nuestros deseos''.


Como se puede apreciar, el hecho de que los intelectuales hispanoamericanos de 1830 admiraran a los intelectuales franceses de 1830, no quería decir que fueran a buscar la idea, nombre y proyecto ''América Latina'' en Michel Chevalier (1836). 


De hecho este no es el primer nombre que se le viene a la mente a Vicente Fidel López, o más bien brilla por su ausencia, y eso que tiene presentes a los sansimonianos. Que Michel Chevalier haya pensado en aprovecharse de esta influencia intelectual para imponer la hegemonía de Francia es harina de otro costal, pero no quiere decir que se haya logrado. De lo que tendríamos que preocuparnos es, que si el texto de Chevalier se conoció en francés en 1835-1836 (en el Journal des Débats), y en inglés en 1839, en Boston, por Jordan and Company, por qué no se juzgó interesante publicarlo en español sino hasta 1853. La respuesta es: que para esa fecha la idea ''América Latina'' ya estaba madura en los hispanoamericanos


Pero Chevalier nunca escribió ''América Latina'' y menos como el nombre de un sujeto histórico, ni desarrolló la idea de lo que podía ser una América Latina. Se limitó a mencionar, en menos de un renglón, que había una América que era ''como la Europa meridional católica y latina'', y a Chevalier solo le interesaba como ámbito de influencia hegemónica de Francia.


Lo importante, es que a partir del año 1845, la resistencia del Gobernador Rosas contra la intervención franco-británica y estadounidense despertó simpatías dentro y fuera de la Argentina



Batalla de La Vuelta de Obligado, en el río Paraná, en noviembre de 1845.
La escuadra franco-británica intentó abril los puertos argentinos 'a cañonazos'.






En Brasil, ''O brado de Amazonas'' comentó: ''Triunfe la Confederación Argentina o acabe con honor, Rosas, a pesar del epíteto de déspota con que lo difaman, será reputado en la posteridad como el único jefe americano del Sur que ha resistido intrépido las violencias y agresiones de las dos naciones más poderosas del Viejo Mundo''.

''O Sentinella da Monarchia'' editorializó: ''Sean cuales fueran las faltas de este hombre extraordinario, nadie ve en él sino al ilustre defensor de la causa americana, el grande hombre de América, sea que triunfe o que sucumba''.


El ex Presidente de Chile, General Pinto, escribió: ''Todos los chilenos nos avergonzamos de que haya en Chile periódicos que defienden la legalidad de la traición a su país y usted [el Plenipotenciario argentino en Santiago de Chile] sabe quiénes son sus redactores''.


De esta forma, empezaba a formarse una opinión pública ''latinoamericana'' sobre el tema.


La siguiente víctima del colonialismo francés fue México. En 1832 unos oficiales de Santa Anna se habían comido unos pasteles en el restaurante del Sr. Ramonel en Tacubaya, por los cuales el francés le reclamaba al Gobierno de México 60.000 pesos.


En 1838 la escuadra francesa bloqueó el puerto de Veracruz. Desde uno de los barcos se envió un ultimátum en nombre de los súbditos franceses en México ''por los perjuicios sufridos en sus personas y propiedades''. Como el Gobierno mexicano se negara a tratar mientras hubiera fuerzas navales en el puerto de Veracruz, los franceses bloquearon todos los puertos del Golfo, incautaron todas las naves mercantes mexicanas e iniciaron un bloqueo de 8 meses.



Bombardeo de San Juan de Ulúa visto desde una corbeta francesa







Al ver que México no cedía el Gobierno de Francia envió 20 barcos más, que el 27 de noviembre de 1838 bombardearon el Fuerte de San Juan de Ulúa y la Ciudad de Veracruz. Como el bloqueo del puerto afectaba al comercio británico, en 1839 se llegó a un acuerdo con la mediación inglesa.

El periódico ''El Año Nuevo'' (1837-1840) recogió el estado de ánimo de los mexicanos en un poema nada favorable a los panlatinistas franceses, si es que pretendían tener algún tipo de ascendiente sobre la población mexicana para futuros planes de absorción:


''Mejicanos, tomad el acero,

ya rimbomba en la playa el cañón:
odio eterno al francés altanero,
y vengarse o morir con honor.

''Lodo vil de ignominia horrorosa,

se arrojó de la patria a la frente:
¿dónde está, dónde está el insolente?
mejicanos, su sangre bebed,
y romped del francés las entrañas,
do la infamia cobarde se abriga:
destrozad su bandera enemiga
y asentad en las armas el pie''.

La guerra fue ampliamente publicitada por la prensa francesa como si se tratara de una gran hazaña, y desde allí trascendió al resto del mundo, y en especial, se conoció en América.



Periódico francés, informando sobre la toma de San Juan de Ulúa y de Veracruz

Las ideas del panlatinista francés Michel Chevalier representaban una justificación retrospectiva y prospectiva del colonialismo de la Francia de Luis Felipe, ''el Rey burgués'', la Francia de los banqueros, la Francia de la banca Rothschild.


''La democracia en América'' de Alexis de Tocqueville


Este fue un libro mucho más difundido y comentado en su época que las ''Cartas de América del Norte'' de Michel Chevalier, y fue escrito bajo el influjo de la Revolución de Julio en Francia. La editorial que lo publicó fue la misma que publicó las ''Cartas...'' de Michel Chevalier, Libraire de Charles Gosselin.


Es una reflexión sobre la forma de Gobierno que más le conviene a la burguesía francesa en ascenso. Pero también es una reflexión sobre dos Américas: la del Norte y la del Sur. Fue publicada en dos volúmenes; el primero apareció en 1835, y el segundo en 1840, por lo cual, es contemporánea de las ''Cartas de América del Norte'' de Michel Chevalier (1836).


Alexis de Tocqueville
''Ya hemos dicho lo suficiente para expresar verazmente el carácter de la civilización angloamericana. Es el producto (y este punto de partida debe estar siempre presente en la mente) de dos elementos completamente diferentes que en otras partes se han hecho la guerra con frecuencia, pero que en América han venido a incorporarse de cierta manera el uno al otro y a combinarse de forma maravillosa. Me refiero al 'espíritu de religión' y al 'espíritu de libertad'.

Como se puede apreciar, la publicación de Michel Chevalier no es la única de su época donde se trata sobre una civilización anglosajona en América. Solo que, mientras en Chevalier es una anotación en un renglón, Tocqueville le dedica un libro entero. Como se ve, esta terminología, y esta forma de categorizar no era inusual en la época, y estamos hablando de los años 1830.


Después de reflexionar sobre la civilización anglosajona en América del Norte, Tocqueville hace lo propio pero sobre una América diferente:


''Los españoles y los portugueses fundaron grandes colonias en América del Sur que después se convirtieron en imperios. La guerra civil y el despotismo asolan hoy esas vastas comarcas. Allí, el movimiento de la población se ha detenido y el número de hombres que las habita, absorto en el cuidado de defenderse, apenas conoce la necesidad de mejorar su suerte''.


''Pero no siempre podrá ser así. Librada a sí misma, Europa consiguió por sus propias fuerzas socavar las tinieblas de la Edad Media. América del Sur es cristiana como nosotros, tiene nuestras leyes, nuestros usos, encierra todos los gérmenes de civilización que se desarrollaron en el seno de las naciones europeas y en sus vástagos. América del Sur tiene, a mayores respecto a nosotros, nuestro ejemplo: ¿por qué habría de quedar bárbara para siempre?''


''Como es evidente, aquí no se trata más que de una cuestión de tiempo. Sin duda llegará una época, más o menos lejana, en la que los americanos del sur formarán naciones florecientes e ilustradas''.


''Pero cuando los españoles y los portugueses de la América meridional comiencen a sentir las necesidades de los pueblos civilizados, todavía estarán lejos de poder satisfacerlas por sí mismos. Siendo los últimos en nacer de la civilización, padecerán la superioridad ya adquirida de sus mayores. Serán agricultores largo tiempo antes de ser manufactureros y comerciantes, y tendrán necesidad de la mediación de los extranjeros para ir a vender sus productos más allá de los mares y procurarse a cambio los objetos que les hará requerir la nueva necesidad''.


Como se puede apreciar, en estas largas consideraciones de Tocqueville podía encontrar más provecho un suramericano que en el medio renglón que le había destinado Chevalier.



Otras influencias intelectuales


Entre los que leyeron a Alexis de Tocqueville se cuenta el argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), quien en los años 1840, cuando residía en Chile como colaborador del Presidente Manuel Montt, participando en la Reforma educativa chilena, viajó mucho, alternó con intelectuales de todas las nacionalidades, y publicó, en 1849, ''De la Educación popular''.


En la lista de países por los que viajó Sarmiento, se cuenta España. En España, Sarmiento conoció al mismo Bonaventura Carles Aribau que despertó, con el poema ''La Patria'', el Renacimiento catalán; era redactor de la Revista de España e Indias, donde escribía el chileno Andrés Bello. Las consultas de Sarmiento giraron en torno al problema del buen uso de la lengua castellana y sobre el sistema pedagógico ''gradual''. En una palabra, las élites de América del Sur dialogaban entre sí, dialogaban con las de España, y dialogaban con las de todo el mundo.


''Una reforma, sin embargo, admite mi método, y que adoptaré del sistema del señor Aribau. En cuanto a la ortografía del castellano, y cuestiones que dicen relación a ella, he adquirido conocimientos que puedo llamar completos, y bastarán, si no me engaño, a fijar las ideas a este respecto. Debí al señor [Juan Eugenio] Hartzenbusch, bibliotecario real en Madrid, el que se me proporcionasen en la biblioteca de su cargo las impresiones y manuscritos de los siglos XV, XVI, y XVII, para esclarecer varias dudas o comprobar mis aserciones, y pocos días después de mi salida de España, el 'Tiempo', publicó una serie de artículos en que exponía yo 'las razones que había tenido la Universidad de Chile para dar un paso adelante en la reforma ortográfica iniciada por la Academia de la lengua''. Sarmiento, ''De la educación popular''.


Desde los tiempos de Simón Bolívar se venía diciendo que la unidad estaba dada por la lengua. Y este esfuerzo de coordinación no era menos patriótico que otros. De paso, observamos que este Buenaventura Carles Aribau, redactor de la Revista de España e Indias, es el mismo que forma parte de una serie de autores catalanes, que va de 1815 a 1836, y su preocupación es reivindicar al catalán, para lo cual destacan su condición de lengua latina.


Sarmiento tiene en común con Tocqueville que identifica a la civilización con la civilización europea; lo que demuestra que la lectura del autor de ''La democracia en América'' fue por esos años mucho más decisiva que la lectura de ''Cartas de la América del Norte''.


''El 'huangalí' nuestro es la toldería de la tribu salvaje fijada en torno de las ciudades españolas [...] A la menor conmoción de la república, a la menor oscilación del gobierno, estas inmundas y estrechas guaridas del hombre [...] estarán siempre prontas a vomitar hordas de vándalos como aquellos campamentos teutones que amenazaban la Europa y la saquearon en los siglos que sucedieron a la caída del Imperio romano''. Sarmiento, Op. cit.


Por lo cual no hay dudas de que para Sarmiento, de lo que se trataba era de acentuar los componentes latinos de nuestra civilización frente a otros.



Dos modelos de civilización


La Guerra Grande (1838-1852), con la intervención franco-británica en el Plata, -la cual contó con partidarios nativos-, movilizó una discusión profunda acerca de tipo de civilización que convenía adoptar. Con la intervención francesa, se formaron dos gobiernos: el del Presidente constitucional, Manuel Oribe, que se refugió en el Cerrito, y el sobrevenido por la acción conjunta de la presión extranjera y la rebelión de Fructuoso Rivera. El país quedó en estado de guerra civil.


Por un lado estaba lo que hoy llamamos la Ciudad Vieja y el puerto de Montevideo, que se había convertido en un emporio de la cultura europea, si bien bajo la hegemonía franco-británica:



Puerto de Montevideo. Créditos: Beatrice Murch

''Cubren la bahía sinnúmero de bajeles extranjeros; navegan las aguas del Plata los genoveses como patrones y tripulación de cabotaje; sin ellos no existiría el buque que ellos han creado, marinan y cargan; hacen el servicio de changadores, robustos vascos y gallegos; las boticas y droguerías tienen a los italianos; franceses son por la mayor parte los comerciantes de detalle, París ha mandado sus representantes en modistas, tapiceros, doradores y peluqueros, que hacen la servidumbre artística de los pueblos civilizados; ingleses dominan en el comercio de consignación y almacenes; alemanes, ingleses y franceses en las artes manuales; los vascos por sus anchas espaldas y sus nervios de fierro, explotan por millares las canteras de piedra; los españoles ocupan en el mercado la plaza de revendedores de comestibles a falta de otra industria que no traen como otros pueblos en su bagaje de emigrados; los italianos cultivan la tierra bajo el fuego de las baterías, fuera de las murallas, en una zona de huertas surcadas todo el día por las balas de ambos ejércitos; los canarios, en fin, siguiendo la costa, se han extendido en torno de Montevideo''. Sarmiento, ''Viajes por Europa, África y Norteamérica''.


La Ciudad Vieja de Montevideo con su puerto, año 1843.




Frente a este Montevideo del ''Gobierno de la Defensa'' evidentemente latino, cosmopolita, sí, pero latino, había otro, el del ''Gobierno del Cerrito de la Victoria'' (actualmente un barrio de Montevideo, el Cerrito de la Victoria, al norte de la península), con otras características:

Cerrito de la Victoria. Santuario Nacional del Sagrado Corazón de Jesús.


  

''La vida en el Cerrito era austera, casi pobre -dice el cronista Magariños de Mello-. Pobre, sin casi, para muchos, que hubieron de avenirse a vivir en ranchos de adobe o ladrillo en el mejor de los casos, y techo de paja. La falta de dinero era universal y quizá por eso se sentía menos. Esa sociedad del Cerrito formaba un medio de hidalgos labriegos, del tipo de la primitiva sociedad fundadora de Montevideo, donde la pobreza decorosamente sobrellevada era el signo imperante. Como en la antigua Roma de los Reyes, la 'aristocracia' era sencilla y ruda, frugal y honesta. Las costumbres, patriarcales y campesinas''.

La civilización del Cerrito era perfectamente hispana, pero también era latina, o mejor, romana, a su manera.

Barrio del Cerrito de la Victoria, antigua sede del Gobierno del Cerrito, desde donde se controlaba el interior del país y la campaña de la República Oriental.




''A pesar de esto, en el Cerrito no faltaba esa multitud de elementos secundarios y materiales que una aristocracia crea o provoca y trae consigo indefectiblemente, así sea modesta y aldeana. Numerosas tiendas proveían de toda clase de telas importadas o prendas ya hechas traídas de los mejores centros europeos de fabricación; las barberías y boticas ofrecían surtidos completos de perfumes, lociones y cremas; en los almacenes podía encontrarse toda clase de vinos europeos y demás productos [...] Chocolaterías, confiterías, cafés y fondas, fiambrerías y demás comercios de estos y parecidos ramos los había en bastante cantidad''.

El Gobierno del Cerrito contaba con la solidaridad del resto del país y del Gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, ''el Restaurador de las Leyes'' (porque apoyaba las tradiciones anteriores a mayo de 1810), que, de esa forma apoyaba al gobierno legítimo, aunque depuesto, de Manuel Oribe, ''el Defensor de las Leyes''. En 1844 se fundó su órgano de expresión, ''El Defensor de la Independencia Americana'', ya que el Gobierno ilegítimo de Montevideo contaba con el apoyo de la escuadra franco-británica, que bloqueaba los puertos del Plata, de los intelectuales argentinos, exiliados bajo el Gobierno de Rosas.



Dos ideas de América


Los hombres del Cerrito decían, junto con Bernardo Prudencio Berro: 


''Lo afirmaremos con decisión, y que la vulgaridad nos tache de arrogantes: aquí, en nuestro país, en esta nuestra desgraciada patria, tenemos todo lo necesario para nuestra felicidad, para obtener ahora mismo un bien cien veces mayor que el que disfruta la Europa. ¿A qué entonces pedírselo a esta y esperarle de esta? ¿Nos lo podrá dar? Tampoco: la historia de todas las colonias, de todas las naciones sometidas a una tutela extraña, nos prueba que en esa situación el complemento del bien es imposible. Jamás pueblo alguno recibió otra cosa de su dependencia que degradación moral, opresión, y trabas para su engrandecimiento''.


''¿Qué es, pues, entregarse a la dominación europea de cualquier manera que sea? ¿Lo queréis saber? Oídlo: es volver al envilecimiento colonial, es perder los rasgos varoniles y enérgicos de nuestra fisonomía nacional, es vender nuestros gloriosos destinos por un poco de descanso; es trocar la dignidad y las virtudes del hombre libre, que tiene patria y que en ella se complace, por las condiciones muelles y degradadas del que descansa en el amparo protector del señor a quien sirve; es en suma suicidarse cobardemente destruyendo el principio de independencia preparado por el gran día de Mayo y realzado con ríos de sangre e inmensos sacrificios [...]''.


El programa de los hombres del Cerrito no se limitaba a la patria chica. La lucha del aliado, Buenos Aires, fue vista por la gente de América del Sur como una lucha continental. Así lo sintió el historiador brasileño Pedro Calmon, quien escribió:


''Por el error extranjero se convirtió [Rosas] en el mayor criollo suramericano. Hacia él toda la América del Sur volvió su mirada conmovida. Si necesitara una espada para combatir al intruso, lo convocarían a él, el caballero de la pampa. La estatura titánica del Dictador argentino proyectaba una sombra extensa en el continente; tras los navíos del bloqueo tremolaba en el aire su poncho punzó. Desafiaba a las potestades del mundo''.

Los hombres del Gobierno de la Defensa, en Montevideo, donde El Nacional publicó ''Civilización y barbarie'' (Santiago de Chile, 1845) decían con su autor, Sarmiento:


''Sé que la vieja ojeriza española anida en nuestros corazones, y fortificada por el orgullo provincial de Estados improvisados, se irrita y exaspera a la idea solo de dar a los extranjeros en nuestro suelo toda la latitud de acción que no tenemos nosotros; pero hace ya tiempo que el guante está echado entre ella y yo, y cuando el curso de una vida entera no lograra más que mellarla un poco, un me daría por bien pagado de los desagrados que pueda acarrearme. La historia toda entera de estos bloqueos y de estas intervenciones europeas en el Río de la Plata, que traen exasperados los ánimos españoles-americanos por todas partes, la leo escrita sobre el río mismo, en las calles y alrededores de Montevideo. Cubren la bahía sinnúmero de bajeles extranjeros [...] los canarios, en fin, siguiendo la costa, se han extendido en torno de Montevideo en una franja de muchas leguas, y cultivan cereales, planta exótica no hace diez años en aquellas praderas en que pacían ganados hasta las goteras de la ciudad. Todos los idiomas viven, todos los trajes se perpetúan, haciendo buena alianza la roja boina vasca con el chiripá. Descendiendo a las extremidades de la población, escuchando los chicuelos que juegan en las calles, se oyen idiomas extraños, a veces el vascuense, que es el antiguo fenicio, a veces el dialecto genovés, que no es el italiano. ¡He aquí el origen de la guerra del Plata tan porfiada! [...]''.


''¡Oh, Montevideo! ¡yo te saludo, reina regeneradora del Plata! Tu porvenir está asegurado; el incendio de yerba que nazca será fresca y blanda para todos. Proscrito de mi raza, un día vendré a buscar debajo de tus muros las condiciones completas de hombre que las tradiciones españolas me niegan en todas partes. Tenéis ahora ministros que han nacido en la península, almirantes que arrojó de su seno la vieja Italia; generales argentinos, coroneles franceses, periodistas de todas las lenguas, jueces que no han nacido en tu suelo. ¡Tantas inteligencias, talentos y estudios profesionales sofocados o rechazados en las otras colonias, hallarán en ti patria y asilo!''


''Los hijos de los españoles quisieran asimilarse la industria del extranjero y conservar paria al industrial; la máquina sin el artífice, el espíritu sin espontaneidad; la conciencia libre para ellos, agarrotada para el que cree en Dios y lo adora de otro modo: la libertad de hacer el mal sin la libertad de contenerlo. Todas las constituciones americanas lo gritan así sin pudor; y la prensa y la opinión hacen coro a esta reclamación del suicidio que llaman 'su derecho' y la muestra más clara de su independencia [...]''


''La Europa que viene a dar a Montevideo su significado perpetuo, haciéndole desempeñar, para rehabilitación de nuestras relaciones con el mundo civilizado, el mismo papel que desempeñó siempre [...] Las colonias españolas entraban en el séquito que acompañaba a la metrópoli en las grandes cuestiones políticas del mundo, aunque sin voto consultivo. Por ella formábamos parte de la familia europea, y la Europa por España vivía en nosotros. El señor castellano traía usos e ideas que lo mantenían europeo en el centro de las plantaciones primitivas. Todavía vive el prestigio de aquellos hidalgos, que revela la inferioridad del criollo, pero que era un vínculo de la gran familia cristiana.


''Otro espíritu reina hoy en estas comarcas. Porque cortó una vez la cadena que la tenía atada, tiende hoy la América a errar sola por sus soledades, huyendo del trato de los otros pueblos del mundo, a quienes no quiere parecérseles. No es otra cosa el 'americanismo', palabra engañosa que hiciera, al oírla, levantarse la sombra de Américo Vespucio para ahogar en sus manos al hijo espurio que quiere atribuirse su nombre''.



''El 'americanismo' es la reproducción de la vieja tradición castellana, la inmovilidad y el orgullo del árabe''.

''[...] ¿Quién de nosotros al pensar en la 'pérfida' Albión, no se esfuerza en desenmarañar los secretos designios de su política; y no se representa a sus ministros de hinojos sobre el mapamundi, para preparar un siglo antes la conquista de algún islote o promontorio? [...]''.


''A las naciones poderosas, mientras no haya un Congreso Supremo del mundo, está sometida la policía de la tierra; y la libertad de discusión, el presupuesto y el cambio de ministerios, hacen imposible todo complot secreto y seguido de largo tiempo''. Sarmiento, ''Viajes''.


Esta palabra, ''americanismo'', era como abreviatura de ''hispanoamericanismo'', y precursora de ''latinoamericanismo''. Frente a los ''americanistas'' estaban los anglosajones y los europeos no españoles en general.


''Los Estados Sud Americanos pertenecen a una raza que figura en última línea entre los pueblos civilizados. La España y sus descendientes se presentan hoy en el teatro del mundo moderno destituidos de todas las dotes que la vida de nuestra época requiere [...]''.


''Todas las colonizaciones que en estos tres últimos siglos han hecho las naciones europeas, han arrollado delante de sí a los salvajes que poblaban la tierra que venían a ocupar [...] Muy de distinto modo procedió la colonización española en el resto de América [...]''.


''No es posible decir cómo se trasmite de padres a hijos la aptitud intelectual, la moralidad, y la capacidad industrial [...] pero es un hecho fatal que los hijos sigan las tradiciones de sus padres, y que el cambio de civilización, de instintos y de ideas, no se haga sino por cambio de raza''.


Este fragmento pertenece a ''De la educación popular'', que Sarmiento publicó en 1849. No solo Sarmiento habla aquí de razas, sino que explica lo que significa y por qué le parecen históricamente importantes.


''¿Qué porvenir aguarda a Méjico, el Perú, Bolivia, y otros estados sud americanos que tienen aún vivas en sus entrañas, como no digerido alimento, las razas salvajes o bárbaras indígenas que absorbió la colonización, y que conservan obstinadamente sus tradiciones de los bosques, su odio a la civilización, sus idiomas primitivos, y sus hábitos de indolencia y de repugnancia desdeñosa contra el vestido, el aseo, las comodidades y los usos de la vida civilizada? ¿Cuántos años, sino siglos, para levantar aquellos espíritus degradados, a la altura de hombres cultos, y dotados del sentimiento de su propia dignidad?''.


De esto se desprende:


1. Que España y los Estados hispanoamericanos forman una raza que está última en materia de civilización.

2. Que los indios americanos forman una raza que representa un obstáculo para la civilización.
3. Que raza, en Sarmiento, siguiendo la tradición castellana, es sinónimo de linaje.
4. Que los cambios históricos importantes en definitiva son cambios de raza.

Sin embargo, Sarmiento cree que en el caso de los españoles y sus descendientes (y es de suponer en el caso de los latinos, en general), esto puede revertirse por medio de la educación:


''Si me propongo hacer sentir hondamente la enormidad del mal, no es, sin duda, para que desesperemos de hallarle remedio. Por hondo que el abismo sea, no hemos de precipitarnos en él a sabiendas. Ruda es sin dudas nuestra tarea [...]''.


Al final, los indios, a quienes la modernización les resultaba indiferente, no se extinguieron, pero América del Sur sí discutió que tipos de proyectos de país y qué tipos de civilización quería y no quería. Toda esta confrontación de ideas y de proyectos que se produjo en el Río de la Plata en los años 1830 y 1840 fue fundamental.


Domingo Faustino Sarmiento puede haber sido uno de los autores más amargos en analizar lo que en esos años se consideraba que eran carencias o insuficiencias de la cultura española que impedían a España y a las Repúblicas hispanoamericanas integrarse de forma exitosa en la experiencia de la modernización, pero no era el único autor en lengua española que manifestaba este tipo de opiniones.

El bibliotecario con el que se encuentra en Madrid, el ya citado Juan Eugenio Hartzenbusch, crítico, poeta, dramaturgo, autor de Los amantes de Teruel (1837), pertenecía a la misma generación del poeta y dramaturgo español José Zorrilla, autor de La Leyenda del Cid (1882) eran autores románticos, que tenían preocupaciones similares a los románticos americanos.

En América no solo se leían autores franceses, también se leían autores españoles. El primero, Mariano José de Larra (1809-1837), que además influyó en la generación del 98; José de Espronceda (1808-1842), fundadores del romanticismo en España, y muy críticos con la sociedad de su tiempo, sobre todo porque España recién había salido del absolutismo de Fernando VII en 1833. Uno de los más leídos fue Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), porque sus Rimas y Leyendas tuvieron imitadores.

La influencia de Mariano José de Larra está muy bien documentada en la generación romántica de El Iniciador, de 1838, a la que pertenecía Sarmiento, y la tertulia de ''El Parnasillo'', tuvo sus correlativos ''Parnasos'' en América.

''El castellano viejo'' (1832) es más que la sátira de un cumpleaños: ''Es tal su patriotismo [del castellano viejo] que daría todas las lindezas del extranjero por un dedo de su país. Esta ceguedad le hace adoptar todas las responsabilidades de tan inconsiderado cariño; de paso que defiende que no hay vinos como los españoles, en lo cual bien puede tener razón, defiende que no hay educación como la española, en lo cual bien pudiera no tenerla; a trueque de defender que el cielo de Madrid es purísimo, defenderá que nuestras manolas son las más encantadoras de las mujeres; es un hombre, en fin, que vive de exclusivas, a quien le sucede poco más o menos lo que a una parienta mía, que se muere por las jorobas solo porque tuvo un querido que llevaba una excrecencia bastante visible sobre entrambos omoplatos''.

En principio, Sarmiento no era otra cosa que un español-americano que quería enriquecer la herencia cultural castellana con influencias no solo francesas o italianas, sino de las propias comarcas no castellanas de España: Canarias, el País Vasco. De otros países hispanoamericanos y de diversas regiones del Mediterráneo. Aunque Sarmiento pensaba contar también con el aporte inglés y alemán, era evidente que en el conjunto, la balanza se inclinaba en beneficio de los latinos. Suponía que este aporte latino europeo -y también ibérico pero no latino, como sería el caso de los vascos- podía acelerar la modernización sin alterar demasiado la identidad local.
 
Desenlace de la Guerra Grande y síntesis de las ideas


Al final, Francia no fue capaz de hacer nada de lo que se pensaba que podía hacer. La Guerra Grande terminó en 1851 en Uruguay y en 1852 en Argentina. Sobre todo en Uruguay, lo que finalmente se impuso fue una síntesis de las dos tendencias que se habían enfrentado en el curso de esos años.


El esfuerzo por superar las consecuencias de la guerra civil se llamó ''política de fusión'', un acuerdo de alcance nacional que se proponía superar el espíritu partidario en beneficio de un pensamiento auténticamente nacional. En ese esfuerzo se distinguieron muchos de los hombres del Cerrito, y la síntesis finalmente fue:

1. La valoración de las influencias positivas que pudieran venir de la civilización europea, sobre todo a través de la inmigración.
2. El anticolonialismo, especialmente, el rechazo de las intervenciones europes.
3. Una recuperación del pensamiento unionista.

Al final de la Guerra Grande, en 1847, el que luego sería Presidente de Uruguay, Bernardo Prudencio Berro, escribió:

''No nos quejamos nosotros, de la comunicación franca y extensa que tenemos con las sociedades europeas, ni hemos creído nunca que de ellas vengan más perjuicios que beneficios. Nuestra queja justa, los motivos de nuestro resentimiento están en la dureza con que nos tratan sus gobiernos, en el desprecio que hacen de nuestros derechos, y en esa supremacía tiránica, con que más de una vez han querido sujetar los intereses americanos a los suyos, sin más razón que sus cálculos egoísticos, y sin más títulos que los que les puede dar la fuerza y esa misma civilización de que tan horriblemente abusan''.

Uno de los problemas del Uruguay después de 1851, era el de su viabilidad como país independiente, y uno de los temas de discusión era qué nación le podría hacer de ''garantía'', la ''protección de su independencia''. Berro propuso que esta ''garantía'' no fuera otra nación, sino ''un conjunto de naciones'' y, en ese sentido, pensó en los congresos hispanoamericanos:  

''Ninguna nación sola [...] sino de una combinación de muchas [...] una liga continental americana [...]''.

Otros, como Juan Carlos Gómez, propusieron volver a formar parte de la Confederación Argentina:

''Nací en el año 20, el año de las montoneras y de las independencias. No había entonces nacionalidad oriental [uruguaya]. El Estado Oriental era una provincia argentina. Era, pues, ciudadano natural de la República Argentina''.

En 1862, en ''La Nación Argentina'', Bartolomé Mitre escribió:

''Las nacionalidades americanas deben tender a ensancharse, porque esta es la ley natural [...] Por eso hemos dicho que la confederación americana vendrá con el tiempo [...] [Los] medios son por una parte, los tratados particulares, y por otra, la fusión de las nacionalidades que tienen verdadera afinidad de intereses y que se hallan unidas cuando menos por su posición geográfica [...] Tal vez estemos destinados a reconstruir la grande obra que deshicieron las pasiones locales, volviendo así las nacionalidades americanas a las condiciones en que se hallaban antes de los sucesos que las redujeron a su estado actual''.

En otras regiones de América, las circunstancias habían sido diferentes, pero la síntesis era la misma. Al final, la síntesis, ya madura incluso, vino de alguien que había nacido en Santo Domingo, pero vivía en Cuba, cuando Cuba era española. Y la síntesis fue, primero la idea, y luego el nombre ''América Latina''. Pero en el Cono Sur americano vino por Chile, vino de Santiago Arcos que mucho apreciaba a Sarmiento.













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