miércoles, 25 de diciembre de 2013

Criterio 8. Parte 1. El nombre ''América Latina'' no es francés, sino colombiano, y data de 1851, no de 1862. Tiene un valor geopolítico fundamental para Hispanoamérica.

Es una creencia generalizada que el nombre ''América Latina'' es de origen francés y surge a partir de dos publicaciones del panlatinista Michel Chevalier, ''La expedición a México'' (1862) y ''México Antiguo y Moderno'' (1863). Esta creencia está consolidada hasta tal punto en la academia europea, que catedráticos considerados expertos en el tema la reproducen, pero no solo en sus clases, sino en artículos y conferencias. 

El público, que confía en ellos, obviamente, la toma como un hecho. Corresponde entonces dedicar un artículo o dos para hacer las aclaraciones semánticas e históricas que corresponden.


Gráfico hispanista, reclamando contra el uso del nombre ''América Latina'' y del término ''Latinoamérica''






Jóvenes de Cartagena de Indias, Colombia



''América Latina'' (y no ''Latinoamérica'') es una idea colombiana, que data de 1851 o antes, y su contexto de origen no tiene nada que ver con la Francia de Napoleón III

Este hecho fue documentado por el investigador uruguayo Arturo Ardao, y dado a conocer al gran público en una obra de divulgación, ''Nuestra América Latina''. Ardao encontró una nota del escritor, político y diplomático colombiano José María Torres Caicedo que dice lo siguiente:

''Desde 1851 empezamos a dar a la América española el calificativo de latina; y esta inocente práctica nos trajo el anatema de varios diarios de Puerto Rico y de Madrid. Se nos dijo: -'En odio a España desbautizáis la América'. -'No, repusimos; nunca he odiado a pueblo alguno, ni soy de los que maldigo a España en español'. Hay América anglosajona, dinamarquesa, holandesa, etc.; la hay española, francesa, portuguesa; y a este grupo, ¿qué denominación científica aplicarle sino el de latina? Claro es que los Americanos-Españoles, no hemos de ser latinos por lo Indio sino por lo Español [...]''. (A. Ardao, Op. cit., pág. 40).

Del texto surge que el primer criterio que se utilizó para delimitar ''América Latina'' fue lingüístico y no tuvo la finalidad de ''eliminar a España y a la hispanidad''

En el siglo XIX estaba en auge la Filología, disciplina muy antigua, que en el siglo XVI ya proponía que el idioma avéstico, el antiguo persa, el sánscrito y las lenguas europeas podían haber surgido de un tronco común. Antes de 1794, William Jones ya había planteado la existencia hipotética de un tronco ''indoeuropeo'', del cual habrían surgido un conjunto de lenguas europeas y asiáticas. Para 1816, Franz Bopp ya había podido establecer cuáles eran esas lenguas, y en 1817, su colega Rasmus Rask, había descubierto los nexos entre las lenguas del tronco germánico. En cuanto a la Filología latina, era mucho más antigua, por cuanto derivaba de la Filología clásica, que se remonta a la Antigüedad grecolatina, y era posible seguir la evolución del latín clásico y el latín vulgar hasta las lenguas modernas de raíz latina: español, portugués, italiano, francés, rumano, belga, valón, romanche, monegasco, occitano.

Por comparación lingüística se estableció la existencia de una región, en el Sur y Este de Europa, que los filólogos denominaron ''Romania'', y los historiadores, ''Europa latina''; donde evolucionaron las lenguas romances o neolatinas a partir del latín vulgar. De esa región provienen unas 20 lenguas, que en la actualidad hablan 950 millones de personas en todo el mundo, las cuales representan en sí mismas, una fuerza geopolítica.

A mediados del siglo XIX, varios proyectos de Unión latina y de Unión hispano-americana, fueron impulsados en Europa por los españoles Emilio Castelar (que fue Presidente de la I República) y Víctor Balaguer (Barcelona, 1824 - Madrid, 1901), quien formó parte de la ''juventud dorada'' de los años 1840, e impulsó ''la idea latina'', un proyecto de integración cultural que surgió entre los escritores de la ''fraternidad catalano-provenzal''.

Víctor Balaguer también fue un estudioso de la literatura romance, catalana y provenzal, surgida del latín vulgar, y por consiguiente, ''latina'', porque la consideraba una manifestación del espíritu libertario anti-feudal y anti-bárbaro de la Edad Media, desde un enfoque según el cual, no es posible separar la poesía de la política.

''Así, pues, en 1323, [...] la llamada 'Sobregaya', Compañía de los siete trovadores de Tolosa, envió a todos los países en que se hablaba la lengua de Oc [lengua hablada en España, Francia, Italia y Mónaco] una convocatoria en verso [...] La nueva institución de los Juegos Florales fue recibida con entusiasmo en todos los países de la lengua de Oc, debido tal vez a que el sentimiento de la patria, vencido en la tierra, venía a refugiarse en la lengua [...] En 1791, la revolución obligó a la Academia [de los Juegos Florales] a cesar en sus tareas; pero en 1808, siete de los antiguos mantenedores se reunieron para reconstituirla''. Víctor Balaguer, Los Juegos Florales en España: Memorias y Discursos.

http://archive.org/stream/losjuegosflorale00bala/losjuegosflorale00bala_djvu.txt

Aclarado el punto de que existió en España una potente corriente pro-latina, independiente de París, conviene recordar el desarrollo, en todo el Reino de España e Indias, entre los siglos XVIII y XIX de un también potente neoclasicismo hispánico, diferente del neoclasicismo francés, una especie de neo-renacimiento y de neo-humanismo de España e Indias, con raíces en los siglos XVI y XVII. Para esta corriente, la vida política y cultural, transcurre alrededor de dos ejes que son lo gótico (el polo negativo) y lo latino (el polo positivo).

''La corona que se puso Napoleón en la cabeza, la miré como una cosa miserable y de moda gótica''. Simón Bolívar, según Perú de Lacroix.

''Los monumentos de nuestra historia muestran claramente que el romance castellano debe su origen a la ignorancia, negligencia y descuido de los españoles en cultivar su antigua lengua latina, y que fue un efecto necesario del trastorno que experimentaron sus ideas, pensamientos y opiniones desde que los árabes se asentaron en España''. Memorias de la Real Academia de la Historia, Madrid, 1805.

Uno de los momentos culminantes del neoclasicismo hispánico, es el Juramento del Monte Sacro (Roma, 1805), que es un texto al mismo tiempo literario y político, donde Simón Bolívar hace una reflexión y un balance, no de la historia de España sino de un legado cultural muy anteriorla historia de Roma, y dice:

''Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad: Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procónsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes groseros; pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectibilidad definitiva de su razón, bien poco, por no decir nada. La civilización que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquí todas sus fases, ha hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo''.

De esta forma, Simón Bolívar da a entender que Hispanoamérica representa una suerte de continuidad crítica (muy crítica) con la civilización romana, de la cual ha heredado sus instituciones (no tanto el elemento étnico), y su misión es trascenderlas y regenerarlas, superando sus carencias originarias.

En 1847, con el propósito de retomar el proyecto unionista de Bolívar, Perú convocó a los demás países americanos a un Congreso en Lima. Asistieron representantes de Perú, Bolivia, Chile, Ecuador y Nueva Granada, quienes emitieron una declaración que decía:

''Ligados por vínculos de origen: el idioma, la religión y las costumbres; por su posición geográfica, por la causa común que han definido, por la analogía de sus instituciones y sobre todo por las comunes necesidades y recíprocos intereses [...] no pueden considerarse sino como partes de una misma nación [...]''.

La evolución del nombre ''América Latina'' es la siguiente: primero aparece ''América Latina'' en español (1851), usado por la prensa española e hispanoamericana, y en 1856 por el chileno Francisco Bilbao en una Conferencia dada en París; luego aparece ''L'Amerique Latine'' en francés, como traducción del español al francés (1861) en La revue des races Latines, publicación del Movimiento panlatinista francés, de donde lo toma Michel Chevalier para sus ediciones de 1862 y 1863.

Después de 1863, aparece ''Latin America'', en inglés, como traducción del francés o del español al inglés; por último, aparece el anglicismo o forma impropia, ''Latinoamérica'', que es un calco lingüístico del inglés ''Latin America'', y se difunde en las regiones de influencia hegemónica anglosajona, como Norteamérica, Centroamérica, el Caribe y Europa. 

El nombre original, y el correcto, es ''América Latina''. El gentilicio correcto es ''americano latino'', tal como se empleó en Hispanoamérica durante el siglo XIX, y que durante el siglo XX se abrevió en ''latino''. Por influencia hegemónica de los EEUU, se impuso, durante el siglo XX, ''latinoamericano''.

Desde el punto de vista conceptual, el sentido del término ha evolucionado mucho entre los siglos XIX y XXI. En el siglo XIX se refería a la unidad lingüística de los pueblos de América; pero en el siglo XX, los antropólogos lo definieron como horizonte cultural, o sea como conjunto de pautas culturales comunes de una región, por más que el origen de los pueblos pueda ser diferente: indios, europeos y africanos. Lo latino sería lo indo-euro-africano tal como se manifiesta al Sur del río Bravo. 

En la actualidad tiene un sentido geopolítico, en relación con el proceso de integración económica y social. Además se usa junto con el de la región del Caribe: ''América Latina y el Caribe''.

Los nombres Iberoamérica e Hispanoamérica van asociados con conceptos menos extensos que América Latina. El primero incluye a Hispanoamérica y Brasil, pero excluye a otras comunidades lingüísticas. El segundo excluye a Brasil.

A Michel Chevalier, que venía predicando el panlatinismo desde 1836, no se le ocurrió plantear la existencia de una América Latina, aunque sí se refirió a una ''Europa Latina''. En cuanto a la expedición francesa a México, terminó en una ruidosa derrota de los imperialistas franceses a manos de los mexicanos:

''Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará''. Benito Juárez a Maximiliano de Austria, 28 de mayo de 1864.

Benito Juárez (el indio zapoteca que fue Presidente de México; ya que Evo Morales no es el primer Presidente indígena de América, valga la aclaración: Hispanoamérica ha estado gobernada por indígenas desde el siglo XVI), rechazó de forma contundente a los invasores franceses en el mismo año del nacimiento de Rubén Darío, en 1867. Maximiliano de Austria, el agente de Napoleón III que quiso ser Emperador de México, fue fusilado. El panlatinista austríaco fue derrotado por el mexicanista zapoteca. Eso es todo.

Se ha deslizado también en la bibliografía el error de que el nombre ''América Latina'' no solo es de origen francés sino norteamericano, estadounidense. Por razones cronológicas esto último es inviable. En este sentido me voy a referir a un texto muy ilustrativo, por la necesidad de desmontar erróneas premisas, que de lo contrario, cristalizan, se difunden y terminan enfrentándonos entre nosotros:

''Como casi todo en la historia intelectual, las más afortunadas etiquetas son francesas en origen, luego cooptadas y manipuladas por británicos y más tarde por estadounidenses. Es una invención lingüística francesa el nombre de Latinoamérica, por la que letrados galos consiguieron, con la colaboración de colegas colombianos, de difuminar la huella de España y Portugal en América. El daño colateral fue que el nombre de América quedó monopolizado por Estados Unidos y al resto del continente (con la excepción del Caribe) se le llamó, no sin frecuente connotación despectiva 'Latin America'. Joaquín Roy, ''El extremo Occidente: en la muerte de Huntington'', en Nueva Mayoría, 30 de diciembre de 2008.


No voy a entrar en el tema del ''daño colateral'', porque es demasiado evidente que los hispanoamericanos ya nos denominábamos ''americanos'' desde mucho antes que surgiera el nombre genérico ''Estados Unidos de América'', para un país que no tiene un nombre específico que lo diferencie del conjunto, y que es la única causa real de que el gentilicio ''americano'' se pueda entender también (además) como sinónimo de estadounidense.  El nombre ''América Latina'' no tiene nada que ver con esto. Mientras EEUU de América no se cambie de nombre, habrá dos acepciones para el gentilicio ''americano''. Lo que constituye un error es la interpretación que se hace en Europa y otras partes del mundo de que ''americano'' significa, de manera excluyente, norteamericano, que a su vez se toma como sinónimo de estadounidense. Dicha tendencia es resultado de la influencia de la propaganda y el cine.

Pero la historia de este equívoco es mucho más antigua, porque ya en el siglo XVI, en casi toda Europa, salvo España, llamaban ''Indias'' a Centroamérica y el Caribe, y ''América'' a Suramérica, lo cual se origina en la confusión que produjeron en ciertos círculos las cartas de Amerigo o Americo Vespucci, en las que se presenta como descubridor de un ''Nuevo Mundo'' (diferente del que descubrió Colón). Es decir, la confusión parte de la creencia de que ''las Indias'' por un lado, y ''América'' y el ''Nuevo Mundo'', por otro (a veces también ''Brasil''), son ''mundos'' diferentes, descubiertos por navegantes diferentes. Y eso luego se traslada a los mapas:

Mapa de Sebastian Münster, de 1561, donde Suramérica es ''Novus Orbis'', 
Centroamérica es ''Paria'' (región de Asia), frente a ''Zipango'' (Japón); 
en el Caribe destacan ''Cuba'' e ''Hispaniola'', y Norteamérica se reparte entre ''Terra Florida'' (coloreada como Cuba) y ''Francisca''. El conjunto es ''El Nuevo Mundo'', pero el nombre está puesto (por las dudas) sobre Suramérica.





En realidad, el continente americano está formado por tres subcontinentes (América del Norte, América Central y América del Sur), geológicamente independientes entre sí, por lo cual, nada impide que pudieran tener nombres más específicos, y que una porción se llamara ''Indias'' y la otra ''América''. ''Indias'', por otra parte, así, en plural, abarcando tres subcontinentes, fue el nombre histórico de Hispanoamérica; el nombre de una comunidad histórica más que el nombre de un continente, durante 300 años, más allá de la geología, y no representó ningún problema para sus integrantes, los indios e indianos. 

El nombre ''Hispanoamérica'' aparece recién en 1800 y es una creación de Francisco Miranda y su círculo, quienes querían diferenciar la América española de Asia, cuyo extremo Oriente también era conocido como Indias, y sus habitantes eran asimismo los indios e indianos. El nombre original y probablemente más correcto sería el de ''América española'' (como se dijo en el siglo XIX y durante los primeros años del siglo XX) o América hispana, que es más inclusivo, no solo porque Hispania es el nombre antiguo de España, sino porque La Española o La Hispaniola (no tanto España) fue el foco de difusión de la cultura hispanoamericana.

La siguiente es la lectura que hace Joaquín Roy de la historia de España, de Hispanoamérica, y en menor medida de Portugal. La lectura histórica es importante porque define el sentido geopolítico que damos al término:

''Inexorablemente casi todo al sur de Cayo Hueso y Río Grande pasó a formar parte de una entidad no solamente diferente de Estados Unidos y Canadá, sino de Occidente. No ayudó en nada el hecho de que la España imperial (y en menor grado, Portugal) cayeran progresivamente en el absolutismo, la mala instalación del incipiente sistema democrático europeo, y más tarde generaran dos de las dictaduras más impresentables de Europa, la franquista y la salazarista (solamente superadas por Hitler y Mussolini, los modelos). Entre la Leyenda Negra, la mala prensa recibida por la Inquisición, la Contrarreforma, y la tozudez de los primeros Austrias hispánicos, España y Portugal quedaron progresivamente fuera de juego en lo que se llamó 'civilización occidental'. De nada sirvió que el propio Franco se dejara llamar 'Centinela de Occidente', solamente por arrendar unas bases a Washington''.

Sin embargo, no se debería pasar por alto que la decisión de excluir a España y a Portugal del ''mundo occidental'' ya estaba tomada con siglos de anticipación, sin importar qué hicieran España y Portugal. Cuando se firmaron los Tratados de Utrecht-Rastatt, entre 1713 y 1715, los intereses que se contemplaron no fueron los de España y Portugal (y tampoco los de América), sino los de ''Occidente'', los de Francia y Gran Bretaña. A tal punto, que desde 1710 tuvieron lugar negociaciones secretas en las que no estuvo representada España (ni América). 

Y lo poco que podía haber beneficiado a España de estos tratados ha sido desconocido por Gran Bretaña en el conflicto por el peñón de Gibraltar. No tiene nada de extraño que en 1711, en Londres, se haya publicado un ''Plan para humillar a España''. 

Esta política de exclusión del pueblo español por influencia de Francia y Gran Bretaña (que fue la causa, por ejemplo, del éxodo gibraltareño, donde los gibraltareños fueron expulsados de su patria chica de la misma forma que los ''pieles rojas'' de Norteamérica, eran expulsados de las suyas, en la misma época), es la que le inocula ''autoritarismo'' a España, que tenía tradiciones muy democráticas y muy autonomistas, tradiciones que los Borbones, de origen francés, fueron eliminando una a una. 

Nuestro autor olvida también las intrigas de Napoleón en Valencey, las intrigas de la diplomacia británica en América, mientras fingía estar ayudando a España a liberarse de Napoleón, en Europa, por medio de las cuales se manipulaba al movimiento juntista a favor de los planes geopolíticos británicos. 

A Occidente no le ha importado especialmente la democracia en España. De lo contrario, hubiera impedido que corriera la sangre en 1936-1939. Hubiera impedido las intervenciones italiana y alemana. Pero, una España desangrada era más fácil de dominar. Y una España endeudada con dólares norteamericanos, más fácil todavía.

Es importante tener presente qué significa ''Occidente'' desde el punto de vista anglo-americano. Es el ''Western Design'' de Cromwell (1640-1658), la hegemonía del mundo anglosajón, primero, sobre Europa, y luego sobre el mundo. Es la política de Estado inglesa, en una Inglaterra que ya se imaginaba a sí misma como Imperio a fines del siglo XVI. Las políticas de Estado se piensan con anticipación de siglos. El ''Western Design'' es una política excluyente, donde no hay lugar para España, Portugal, Brasil o Hispanoamérica (por más que quieran), y si lo hay es como zonas de influencia, lo cual, en la práctica, quiere decir colonias de donde extraer recursos. Y entre esos recursos se cuentan los propios gobernantes que son usados para firmar acuerdos impopulares, legitimados de esta forma.


Tres corrientes de pensamiento diferentes: el panlatinismo, la ''idea latina'' y ''América Latina''

1. El panlatinismo, de origen francés

El panlatinismo (no el latinoamericanismo) fue, en efecto, una corriente impulsada por Michel Chevalier (1806-1879), y su contexto es el mismo de otras corrientes gran-nacionalistas o supranacionalistas, como el pangermanismo, el paneslavismo, o el panturianismo. En cambio, el contexto donde se origina el nombre ''América Latina'', como luego vamos a ver, es enteramente diferente.

Las corrientes pan-nacionalistas, parten del mismo supuesto que el nacionalismo, a saber, que toda nación aspira a tener su propio Estado; pero además, plantean que todas las naciones que tengan un tronco étnico común: germanos, eslavos, turcos, deberían formar grandes Estados, para equilibrar el poder político mundial.

La idea de que en Europa existen tres grandes comunidades étnicas que deberían ser la base de los Estados (latinos, germanos y eslavos), no la inventó Michel Chevalier, sino que se remonta al siglo XVIII. No solo se agrupaba a los pueblos europeos de esta manera, sino que se creía que cada uno tenía su temperamento, su personalidad, sus aptitudes, en una palabra, su Espíritu, y este Espíritu se realizaba en la medida que se orientaba a la concreción de grandes valores universales como la libertad, o la verdad. No es necesario decir que el actual excepcionalismo occidental, parte de estos supuestos indemostrables:

''El Espíritu germánico (der germanische Geist) es el Espíritu del Nuevo Mundo (neuen Welt), cuyo fin es la realización de la verdad absoluta, como autodeterminación infinita de la libertad, que tiene por contenido su propia forma absoluta''. Hegel, ''Lecciones sobre Filosofía de la Historia'' (Apuntes de sus alumnos). Hacia 1820.

Hegel creía que la civilización se origina en Oriente, donde declina, y se extiende a Occidente, donde se desarrolla. En Occidente, la civilización griega nace, se desarrolla y muere para dar paso a la civilización latina, que se supone sigue el mismo proceso, hasta ser superada por la civilización germánica.

De manera que esta clasificación en latinos, eslavos y germanos era muy conocida, y existían una serie de teorías sobre la evolución y futuro de dichos pueblos, y de las civilizaciones que habían creado.

Es real que Chevalier estuvo en México y Cuba en 1835 y que comenzó a difundir sus ideas hacia 1836. Pero en vano se buscaría en los escritos de Michel Chevalier el nombre y mucho menos el concepto, necesidad, o interés en una ''América Latina''. Pretender que la idea de ''América Latina'' está ''prefigurada'' en sus escritos, es forzar los hechos y obligar al autor a decir lo que no dijo.

Es un hecho que Michel Chevalier redactó, entre 1833 y 1835, -cuando estuvo en México y Cuba, en un viaje oficial, como enviado del gobierno de Francia- un manuscrito que luego fue publicado en París, en 1836, bajo el título de ''Cartas sobre la América del Norte''. Este trabajo contiene ideas muy interesantes, de gran valor geopolítico, toda una teoría, pero el tema de reflexión en este caso no es América Latina sino el futuro de la civilización.

www.umce.cl/.../2403-423revista-4-5archivos-de-filosofia-4-5pdf.html‎


En ''Cartas sobre la América del Norte'', Chevalier dice que la civilización va de Este a Oeste, pero ''se balancea'' de Norte a Sur, y entonces se sostiene mediante dos grandes alianzas, árabes y latinos, por un lado, anglo-teutónicos y amarillos, por otro. 

El trabajo fue publicado en español, por primera vez, en 1853, en la Revista Española de Ambos Mundos (cuyo nombre lo dice todo), bajo el título de ''Sobre el progreso y porvenir de la civilización''. La revista estaba dirigida por el uruguayo Alejandro Magariños Cervantes. 

Este dato es muy importante, porque significa que el nombre ''América Latina'', en español, ya estaba circulando antes de que se conociera la traducción al español de Michel Chevalier. Como hemos visto la prensa española e hispanoamericana ya estaba discutiendo el uso del nombre desde 1851. No había ninguna necesidad de tomarlo del francés. 

Está claro que los miembros más cultos de la élite podían haber encargado la edición francesa (1836) o inglesa (1839), pero Michel Chevalier no era una personalidad reconocida por esas fechas en Hispanoamérica, como para que alguien hubiese tenido la iniciativa. La realidad es que el trabajo de Chevalier empezó a resultar interesante cuando el nombre y el concepto ''América Latina'' ya estaba circulando en español. Pero en sus ''Cartas...'', Chevalier no usa ni una sola vez el nombre ''América Latina'', ni en español, ni en francés, ''L'Amerique Latine''.

¿Cómo fue recibido el trabajo de Chevalier en el ámbito hispanoamericano de la época? Como lo que era, un análisis sansimoniano del ''progreso de la civilización''. De hecho, los ejes del pensamiento de Chevalier, lo que serían sus ''ideales'' o ''metas'' en la materia, aparecen expuestos en el mismo trabajo y son los siguientes: 

1. ''Políticamente, la asociación de todos los pueblos, un equilibrio del mundo, donde el equilibrio de Europa no es más que un detalle''.

2.''Religiosamente, le ley de la familia humana, el verdadero catolicismo''.

3. ''Moralmente, el equilibrio más armónico entre las naturalezas opuestas que dividen a cada raza, cada pueblo y cada familia, y que la Biblia ha representado por las figuras de Caín y Abel''.

4. ''Intelectualmente, la enciclopedia completa y una lengua universal''.

5. ''Industrialmente, la definición de un plan de explotación del globo''.

Hasta aquí, las ideas de Michel Chevalier eran las mismas del socialista utópico francés Saint-Simon. ¿Por qué al uruguayo Alejandro Magariños Cervantes le había interesado publicar el trabajo? Porque entonces la corriente sansimoniana se estaba difundiendo en el Río de la Plata, y la burguesía necesitaba algún tipo de enfoque desde el cual interpretar el incipiente desarrollo de la industria local en particular, y del ''progreso'' en general.

Después de explicitar su marco teórico sansimoniano, Chevalier hace un elaborado análisis mediante el cual pretende explicar lo que en la época se creía que era ''la decadencia de la raza latina'', de acuerdo con las ideas racistas en boga. Y entonces se encuentra con ''el peligro teutón''.

''Desde hace un siglo, la superioridad, que recaía del lado latino, se transfirió al grupo teutónico, sea por los esfuerzos realizados por los ingleses en el Viejo Mundo, y los de sus hijos en el Nuevo, ya sea por el debilitamiento de los lazos religiosos y morales entre las naciones latinas''.

Hay que decir que estas teorías sobre la ''decadencia'' de las etnias y los pueblos, no eran bien recibidas por los hispano-americanos ni en España ni en América. Y esto, incluso, estaba mucho más claro en Hispanoamérica que en España. Por ejemplo, José Martí, antes de 1895, escribió:

''No hay odio de razas, porque no hay razas [...] El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color [...] Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas [...] El pueblo más grande no es aquel en que una riqueza desigual y desenfrenada produce hombres crudos y sórdidos y mujeres venales y egoístas; pueblo grande, cualquiera que sea su tamaño, es aquel que da hombres generosos y mujeres puras. La prueba de cada civilización humana está en la especie de hombre y de mujer que en ella se producen''. (José Martí, ''Nuestra América'', pp 50 y 52).

Hacia 1900, Miguel de Unamuno, por su parte, aclaró:

'' 'Raza', en castellano, vocablo hermano de 'raya' -como bazo lo es de 'bayo', por el color- , equivale a línea, y a linaje. Aquí, en las villas, se le llama 'raza' a cada hebra que se puede seguir en un tejido, y 'raza de sol' a una hebra o rayo de luz [...] Y la raza histórica -no naturalística-, humana, -no animal- es algo no hecho, sino que está haciéndose de continuo, que mira al porvenir y no al pasado. Y en cuanto mira al pasado, se llama más bien abolengo, que deriva de abuelo''. Unamuno, ''La Fiesta de la Raza'', en La Raza y la Lengua, Obras Completas.

La mayoría de los autores hispano-americanos preferían hablar del ''genio'' o ''el alma'' ''de los pueblos latinos'', la cual tiende a realizarse históricamente, y es la forma como se expresa la originalidad o la creatividad en la historia de la civilización. Estas ideas están en la base del pensamiento de José Enrique Rodó, y forman parte de una prédica cuyo objetivo es superar la imitación de los modelos extranjeros (franceses o ingleses), la fase imitativa de nuestra historia cultural, y estimular la creatividad propia. No tiene nada que ver con ''difuminar la influencia cultural de España y Portugal en América''.

http://geopoliticahispanoamericana.blogspot.com/2013/12/criterio-6-una-geopolitica.html

En cambio, donde estaba en auge la teoría de ''la decadencia de los latinos'' y ''la supremacía de la raza anglo-teutónica'', ''demostrada'', ''con pruebas científicas'', era en EEUU y en el Reino Unido, donde la tesis de ''la supremacía de la raza aria'' (sic) existió antes que en la Alemania nazi:

''Quizá no esté lejano el día en que tres banderas de estrellas y barras, señalen en tres sitios equidistantes, la extensión del territorio nuestro; una, en el Polo Norte; otra, en el Canal de Panamá; y la tercera, en el Polo Sur; así sería nuestro todo el hemisferio, de facto, como en virtud de la superioridad racial, lo es ya de jure''. Entrevista concedida por Taft, Ministro de Guerra de Roosevelt (1901-1909), a la revista Mac Clur's de Nueva York, sobre las técnicas empleadas en el Canal de Panamá.

''Solo los necios hablan de establecer relaciones perdurables, sin el empleo de la fuerza, entre la raza americana pura, tal como existe en los Estados Unidos, y la raza mestiza hispanoindia, tal como se encuentra en México y Centroamérica'' -anotó en 1855 William Walker en su obra autobiográfica ''La guerra en Nicaragua'', por la cual Nicaragua fue invadida, reduciéndose a ceniza sus ciudades y reimplantándose en ella la esclavitud que la legislación hispanoamericana había abolido.

http://geopoliticahispanoamericana.blogspot.com/2013/12/criterio-4-una-geopolitica.html

Estos ataques y comentarios racistas eran permanentes, no solo en el lenguaje de los políticos y periodistas, sino incluso entre los intelectuales y científicos, y formaban parte de los argumentos que se manejaban en el Congreso de Estados Unidos para intervenir en un país dado. De hecho se siguen utilizando. El lenguaje político ''occidental'' está impregnado de estos prejuicios. Y estas sí que son ideas basadas en ''el odio'' y ''el resentimiento'' que luego se les atribuye -según un mecanismo psicológico conocido como proyección- a los pueblos de Nuestra América.

¿Qué proponía, entonces, el francés Michel Chevalier, dando como un hecho esta teoría? Elabora un argumento muy rebuscado, muy tirado de los pelos, pero que le permite concluir en la superioridad de Francia sobre las demás naciones latinas. Veamos cómo llega a esa conclusión, es decir, a una nueva tesis racista:

''En nuestra Europa con tres cabezas, latina, germánica y eslava, hay dos naciones, Francia y Austria, que presentan un carácter menos específico y facultades menos exclusivas que las otras. Francia participa de las dos naturalezas, germánica y latina; por su religión es católica en sus sentimientos y protestante por humor; conjuga el nervio intelectual de los alemanes, con la elegancia en el gusto de los mediterráneos. Austria, debido a la educación y el origen de sus diferentes Estados, es mitad eslava, mitad germánica, y se relaciona con los latinos por su religión''.

Es así como Chevalier deja flotando en el aire, la idea de que lo latino es, en el fondo, inferior, a lo anglo-teutónico. Pero Francia se salva porque es ''mitad germánica''. Hasta aquí sería suficiente para demostrar que Michel Chevalier no puede ser nunca el creador del nombre ''América Latina'', desde el momento en que sus tesis son completamente extrañas a la sensibilidad y el pensamiento latinoamericano. Porque de esto se trata: ''América Latina'' no es una ''invención lingüística'' (como dice Roy); es una forma de sentir y de pensar, un sentimiento, una idea, y un proyecto. ¿Y desde cuándo una ''invención lingüística'' es capaz de generar los proyectos que solo un contexto histórico propio y original puede producir?

Pero como el pensamiento de Chevalier es complicado (no complejo, sino artificioso), vamos a continuar el análisis hasta el final, no sea que en el último renglón nos hable de América Latina, aunque más no sea como giro lingüístico, según Roy.

''Francia y Austria son los intermediarios naturales, la una de los Germanos y Latinos, la otra de los Germanos y Eslavos. Austria tuvo durante mucho tiempo, y mantiene aún, la pretensión de extender su dominio sobre los diferentes miembros de la familia latina. En virtud de esa tendencia hacia el Mediodía, retiene hoy el reino lombardo-veneciano''.

''Sin embargo, Austria es fundamentalmente germánica; y Francia, por el conjunto de sus rasgos distintivos, se ubica en el grupo latino''.

''De la naturaleza mixta de Francia y Austria, se puede concluir que cada vez que se necesite equilibrar Europa, o conjugar los esfuerzos de todos los europeos hacia un fin determinado, la una y la otra ejercerían una influencia decisiva, y con su leal colaboración resultará una fuerza irresistible''.

De manera que hasta aquí la preocupación de Michel Chevalier parece que fuera la de ''equilibrar'' (geopolíticamente) Europa, y no la de integrar América Latina. Esto es muy importante, ya que los nombres de entidades culturales supranacionales, no son nunca meras ''invenciones lingüísticas'' sino que responden a contextos y motivaciones profundas.

Entonces Michel Chevalier escribe un párrafo revelador porque pone:

''Austria posee en Europa una situación más central que Francia. Posee una mayor diversidad en sus puntos de amarre, con los diversos tipos de civilización occidental, incluso en aquellos en los que se han mezclado los turcos. Pero Francia combina las inestimables ventajas de una constitución más homogénea, y un temperamento más flexible; posee una fisonomía más definida, una misión mejor establecida, y, sobre todo, una sociabilidad más fuerte. Se encuentra en la cumbre del grupo latino; ella es su protectora''.

Esta última frase es muy clara y muy reveladora: lo que a Michel Chevalier le preocupa, y quiere fundamentar, es la hegemonía de Francia sobre las naciones latinas, y no la unidad de América Latina. Pero necesitamos ver cómo Chevalier redondea su idea, para ver si en algún momento trata el tema ''América Latina''. Anticipo que no lo vamos a encontrar, pero en cambio, el enviado de Thiers continúa multiplicando los comentarios racistas y haciendo suyas las tesis anglosajonas:

''Desde que la preponderancia en el equilibrio del mundo se traspasó a los pueblos de origen sajón, desde el momento en que la raza inglesa (sic) superó a Francia y España, en Asia, en América, y en Europa, se desarrollaron entre los ingleses, y más aún, entre sus herederos del Nuevo Mundo, nuevas instituciones, nuevas reglas de gobierno, nuevas ideas y nuevas prácticas, respecto a la vida social, política e individual. Todo lo que se relaciona con el trabajo, y con la condición de las masas de trabajadores, ha sido perfeccionado entre ellos a un grado insospechado. Pareciera que, favorecida por esas innovaciones, la preeminencia de los anglosajones sobre las naciones del mundo latino tiende a crecer más''.

''Los franceses somos, entre toda la familia latina, los mejor situados, los únicos bien situados para asimilar ese progreso, modificándolo de acuerdo a las exigencias de nuestra naturaleza. Desbordamos de energía; nunca nuestra inteligencia fue más abierta; nuestros corazones están mejor dispuestos que nunca para impulsar nobles empresas''.

''Es indispensable que nos aboquemos a esta obra sin tardar ya más [...] Se trata para nosotros mismos, al interior de nosotros mismos, de ser o dejar de ser''.

''¿Cómo y de qué forma llegaremos a apropiarnos nosotros de las innovaciones de la raza inglesa? Esta interrogante difícil y compleja ha sido mi principal preocupación durante mi estadía en el Nuevo Mundo. No pretendo para nada el mérito de haberla resuelto, ni siquiera de manera imperfecta [...]''.

Eso es todo. La preocupación de Michel Chevalier es cómo construir la hegemonía francesa en Europa y el mundo, a partir de la prédica panlatinista por un lado, y de la apropiación de la tecnología anglosajona por el otroAmérica Latina no es el tema de reflexión de Michel Chevalier. El objetivo de Chevalier durante su estadía en América del Norte (no escribe ''América Latina'') fue el de estudiar cuáles eran las ''innovaciones'' que según creía eran la base de la superioridad de los anglosajones y qué resultados estaban produciendo.

Y aquí nos conviene detenernos, porque desde el punto de vista ideológico, este no puede ser nunca el discurso de un latinoamericano o de un latinoamericanista. Esta sobrevaloración de lo anglosajón la podremos encontrar en otros continentes, pero nunca en Nuestra América, y esto es clave para entender qué es América Latina.

La actitud característica del pensamiento latinoamericano es la crítica hacia el sistema anglosajón, el capitalismo en estado puro. De hecho puede confrontarse este pasaje con la pieza oratoria de un auténtico latinoamericanista, el argentino de origen francés, Paul Groussac, y se verá que ideológicamente, está en las antípodas. El 2 de mayo de 1898, Groussac, en el contexto del desastre español e hispanoamericano de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, dijo, en una conferencia, en Buenos Aires:

''En menos de cien años -pues tenían muy otro carácter las colonias de la Nueva Inglaterra- ha nacido y desarrolládose entre sus dos océanos [...] un monstruoso organismo colectivo: pueblo de aluvión, acrecido artificialmente y a toda prisa [...] sin darse tiempo para la asimilación, y cuyo rasgo saliente y característico no es otro que el apuntado: la ausencia absoluta de todo ideal. Aquello no es una nación [...] ¡Y los observadores adocenados le han admirado por su grandeza material, solo nacida de las circunstancias, o por su concepción del gobierno libre, que ha heredado de la madre patria y solo ha modificado para malearlo!''.

''[...] Pero, desde la guerra de Secesión y la brutal invasión del oeste, se ha desprendido libremente el espíritu 'yankee' del cuerpo informe y 'calibanesco'; y el viejo mundo ha contemplado con inquietud y terror a la novísima civilización que pretende suplantar a la nuestra, declarada caduca. Esta civilización, embrionaria e incompleta en su deformidad, quiere sustituir la razón con la fuerza, la aspiración generosa con la satisfacción egoísta, la calidad con la cantidad [...] el sentimiento de lo bello y lo bueno con la sensación del lujo plebeyo, el derecho y la justicia con la legislación ocasional de sus asambleas. Confunde el progreso histórico con el desarrollo material [...]''.

Paul Groussac nos está diciendo que Angloamérica e Hispanoamérica no son ''invenciones lingüísticas'': son opciones civilizatorias diferentes. El mismo día, Rubén Darío escribió en una nota de prensa:

''¡Miranda preferirá siempre a Ariel; Miranda es la gracia del espíritu; y todas las montañas de piedras, de hierros, de oros y de tocinos, no bastarán para que mi alma latina se prostituya a Calibán!''.

Circulaba por aquel entonces la tesis de que la civilización idealista de Europa (la ''Vieja Europa'', que es la Europa anterior a 1914, y sobre todo, anterior a 1945) iba a desaparecer avasallada por la civilización materialista de Norteamérica. Paul Groussac, nacido en el seno de una familia aristocrática francesa, que emigró a la Argentina, advertía que el desastre de 1898 no solo era un problema para España, sino un mensaje para toda la ''Vieja Europa'' sobre los peligros de la expansión norteamericana. Se creía que si Europa era avasallada por Norteamérica, la civilización al Sur del río Bravo se convertiría en el refugio del espíritu de la ''Vieja Europa''. Así, la inmigración europea en América se solidarizaba con España.

''América Latina'' como proyecto, es una opción civilizatoria que cuestiona el materialismo capitalistano la Hispanidad ¿Qué clase de menosprecio puede haber por la Hispanidad en un latinísimo Rubén Darío, autor de la Oda a Roosevelt? Este es un poema que conviene tener presente siempre para comprender que lo indígena, lo latino, y lo español, no son extremos contradictorios, sino solidarios. América Latina y la Hispanidad son conceptos y proyectos diferentes, pero bajo ningún concepto, opuestos, como sí lo son Angloamérica e Hispanoamérica.



La idea de solidaridad entre lo latino y lo español está todavía más claro en el poema ''Los cisnes'', que está dedicado al escritor español Juan Ramón Jiménez, y es toda una prueba de que el nombre ''América Latina'' no se ''inventó'' para ''difuminar la influencia cultural de España y Portugal en América'':

''......oh, Cisne...................................''

''Yo te saludo ahora como en versos latinos
te saludara antaño Publio Ovidio Nasón.
Los mismos ruiseñores cantan los mismos trinos,
y en diferentes lenguas la misma canción''.

''A vosotros mi lengua no debe ser extraña.
A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez...
Soy un hijo de América, soy un nieto de España...
Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez...''

................................................................

''Nos predican la guerra con águilas feroces,
gerifaltes de antaño revienen a los puños,
mas no brillan las glorias de las antiguas hoces,
ni hay Rodrigos, ni Jaimes, ni hay Alfonsos ni Nuños''.

...................................................................


''La América española como la España entera
fija está en el Oriente de su fatal destino;
yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera
con la interrogación de tu cuello divino''.

''¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?''

...............................................................


El orgullo latinoamericano, en todo tiempo y lugar es característico de aquellos que, colectivamente, o individualmente, deciden incorporarse al proyecto latinoamericano, independientemente de su origen. Y desmiente el supuesto ''odio contra EEUU''. Donde hay orgullo y autoconfianza no hay odio.

Es una cuestión de simpatía, de empatía con la identidad latinoamericana, y esto América Latina lo está consiguiendo pacíficamente, por medio de la diplomacia, de su proyección cultural e ideológica en el mundo, etc. Cada vez más gente quiere vincularse o ser parte de América Latina, por lo que representa América Latina, como ideal de Patria Grande, de lucha por la justicia en el mundo.

Está claro que la iniciativa de formar una ''América Latina'' siempre viene de Hispanoamérica (y no de Brasil, por ejemplo), pero el nombre ''América Latina'' es conceptualmente más extenso, y permite integrar a los inmigrantes europeos, mediterráneos, y americanos, que suelen ser de origen ''latino'' (españoles, portugueses, italianos, brasileños, bolivianos, haitianos, canadienses y caribeños de ese origen; andorranos, monegascos, rumanos,  occitanos, romanches, belgas, valones, sefarditas, franceses; romaníes, sirios, libaneses, argelinos, y libios de ese origen; estadounidenses, chinos, indochinos, filipinos, africanos de ese origen, etc.), pero además le permite a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños integrar a países como: Antigua y Barbuda, Mancomunidad de las Bahamas, Barbados, Belice, Mancomunidad de Dominica, República Cooperativa de Guyana, República de Haití, Jamaica, Santa Lucía, Federación de San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, República de Surinam, República de Trinidad y Tobago, desde el momento en que ellos se consideran ''latinoamericanos y caribeños''. Donde el eje vertebrador siempre va a ser Hispanoamérica, ya que no podría ser de otra forma, por razones históricas.

Durante esta nueva etapa, que es la que se corresponde con nuestro siglo XXI, muchas personas nacidas en América, pero originarias de colonias o ex-colonias británicas u holandesas, empiezan a utilizar el nombre ''Latinoamérica'' (calco lingüístico de ''Latin America''), para referirse a su propia identidad, trascendiendo así el criterio lingüístico con el que originariamente se creó el término:








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