miércoles, 18 de diciembre de 2013

Criterio 4. Una Geopolítica latinoamericana debería plantear la cuestión de la Patria Grande, de que la integración latinoamericana es la cuestión geopolítica más importante de nuestra época, la cual debe estudiarse junto con nuestra historia para poder entender sus características y naturaleza.

El problema, hoy, es el mismo de hace 200 años. En las primeras décadas del siglo XIX, cuando los Virreinatos fueron sustituidos por gobiernos revolucionarios, la organización política pareció volver al estado primordial del caos originario, a una especie de estado inorgánico o estado de plasma. De ahí nos viene la idea de que la Patria es una búsqueda; la amargura de la Nación inconclusa, la Patria Grande que nos arrebataron, cuya posibilidad y oportunidad se abre durante las guerras de independencia, que estaba ahí, al alcance de la mano, pero luego es traicionada, nos es escamoteada, Nuestra América, Nuestra Tierra Prometida, Nuestro Paraíso, buscado, perdido y vuelto a buscar.




Se llama ''de anarquía política'' al periodo que sucedió a la Independencia. Pero también se puede considerar como una fase de caos creativo, de elaboración de proyectos, que si bien no se concretaron, sí se manifestaron, lo que no es poco, y además están vigentes y son dignos de estudiarse y conocerse.



El siglo XIX: las guerras civiles, las independencias, la amputación de territorios estratégicos, la balcanización, y el surgimiento de ideas y proyectos nacionales y antiimperialistas

Después de la crisis sufrida por la Monarquía hispánica en 1808-1810, se desencadenaron las guerras civiles y las grandes unidades jurídico-administrativas se desintegraron. Los pueblos tuvieron que reinventar sus vínculos políticos: Confederación, Federación, Liga, Pacto Federal, Estado Unitario, Sistema de los Pueblos Libres, Protectorado, Dictadura, República, Imperio, Monarquía constitucional. En España hubo un ''trienio liberal'' entre 1820 y 1823; en 1868 comienza un ''sexenio democrático''; entre 1873 y 1874, España se convierte en una República; al finalizar el año 1874, un pronunciamiento militar cierra una etapa e inicia otra; pero hay pronunciamientos militares en casi toda América alrededor de esa fecha. En Cuba, en Puerto Rico y en Filipinas, que tienen una historia diferente porque siguieron formando parte de España, el sexenio democrático abrió un periodo de movimientos independentistas. 

Y en 1889, Brasil dejó de ser un Imperio esclavista tutelado por el Imperio británico y se convirtió en una República abolicionista que desea abrirse un camino de desarrollo propio. Este último hecho no cambia la correlación de fuerzas geopolíticas en Iberoamérica pero la matiza en sentido positivo. 

La pérdida de territorios estratégicos

Lo que sí matiza la correlación de fuerzas pero de manera negativa, son dos grandes desastres geopolíticos de la época, que son el desenlace de la guerra mexicano-norteamericana de 1845 y el desenlace de la guerra hispano-yanki de 1898. Y aquí, el problema no es que ''se pierden'' territorios. El problema es que México pierde la mitad de su territorio (Texas, California, Arizona, Nuevo México), que ya hubiera sido suficiente para provocar un horrible debilitamiento de México, pero tenemos además una consecuencia de enorme trascendencia geopolítica para América Latina, y es que en ese territorio estaba comprendido desde hacía siglos el Océano Pacífico, con sus vínculos comerciales garantizados por el Galeón de Manila o Nao de China, que navegó entre los dos continentes durante casi 300 años. Estaban comprendidas las islas Filipinas (nada menos que a las puertas de China) que eran una Capitanía del Reino de México. Y uno los mira a los filipinos, y la verdad que parecen mexicanos, así como los mexicanos parecen filipinos, porque (como América Latina no solo es latina sino que también y principalmente es india) sus pueblos durante siglos estuvieron en contacto, -América Latina se pobló a lo largo de miles de años con gente que vino del Pacífico, con los parientes de los chinos- y de la noche a la mañana les anunciaron que los contactos iban a interrumpirse como resultado de la ocupación norteamericana.




Y aunque hoy parezca mentira, estaban incluidas una serie de islas de Micronesia y Polinesia que resultarían tan estratégicas ahora para México como pueden ser la isla de Pascua y las islas Juan Fernández para Chile, y que en la actualidad representarían la posibilidad de contactos y más contactos culturales y comerciales entre pueblos de un mismo origen, con unas mismas raíces. México, al independizarse, hubiera podido independizar a todas esas Patrias chicas que hoy son bases militares de países que las están ocupando militarmente, pero que no les interesan como ''Patrias'', les interesan como fuente de poder militar.



En cambio, a partir de 1845-1898, todas estas posibilidades quedan para EEUU, y México se debilita por partida doble. La derrota de España en 1898, lo que hace es consolidar ese proceso. La consecuencia no es ''la pérdida'' de Cuba, Puerto Rico y Filipinas ''para España'' sino el avance geopolítico de EEUU en la región, que mediante este despojo completa el proceso de cercamiento y debilitamiento de América Latina. Esto lo comprende el colombiano José María Torres Caicedo en 1857, cuando escribe su poema Las dos Américas (donde se usa por primera vez la expresión ''América Latina'', detalle de enorme trascendencia que muchas veces no se conoce), pero sobre todo lo comprende José Martí, (cuyo equivalente es José Rizal en Filipinas); un personaje muy interesante porque en parte era latinoamericano y en parte era español. Martí quería que Cuba se independizara de España y se convirtiera en un país más de América Latina (a la que amaba y admiraba) pero se daba cuenta de que España no era un peligro geopolítico para América, que el peligro era EEUU, el cual no paraba de extender y extender sus fronteras a costa de América Latina, y donde Cuba era la ''primera trinchera'' de América Latina contra las pretensiones imperialistas de EEUU, como antiguamente fue primera trinchera de América Latina contra los piratas del Caribe y como también fue centro de difusión de la cultura hispanoamericana en América

Sin una Cuba no hubiese habido un México o un Perú. Porque, a diferencia de lo que la gente tiende a pensar de manera intuitiva, las corrientes ''colonizadoras'' no vinieron de España, sino de asentamientos ya consolidados en la propia América, y muchas veces los colonos no eran ''españoles'' (aunque así se llamaran) nacidos en España, sino en América, y fruto del mestizaje. Por eso hay tantas palabras taínas en nuestro vocabulario básico, que van desde barbacoa hasta canoa y enagua. Todo esto fue y es Cuba en la geopolítica de América Latina. Tiene una importancia de primer orden.


 


Patria Grande y Patrias Chicas

¿Y cuáles son los límites de la Patria? ¿La ciudad de nacimiento? ¿Las orillas del río que a uno lo vio nacer? ¿una determinada jurisdicción administrativa más extensa que la ciudad de origen? ¿el conjunto de unidades políticas soberanas de la alianza regional y circunstancial de la que formamos parte en este momento? ¿América del Sur? ¿Quizá también Norteamérica? ¿Uno, dos o tres continentes? ¿Quizá más continentes? 

Nadie dejó de pensar en la unidad de la Patria Grande durante el siglo XIX; se coordinaron las leyes, las doctrinas jurídicas, se celebran tratados y más tratados, que son muy importantes porque permiten coordinar cosas como por ejemplo, la abolición de la esclavitud, que tiene lugar en América Latina décadas antes que en los EEUU. En 1826 se celebra un Congreso Anfictiónico en Panamá; en 1864, un Congreso hispanoamericano en Lima. 


Entre el ideal unionista y la lucha por las hegemonías locales

Unos caudillos desplazan a otros. Al final, parece que solo va a quedar uno: Simón Bolívar. Pero entonces, Bolívar cae, y una multitud de caudillos aparecen de nuevo. Con la crisis de la Monarquía hispánica se pierde el centro o referente dinástico que hasta el momento había vinculado a los pueblos. Solo podía haber una figura que lo sustituyera: el Libertador, como un caudillo más popular que todos los demás caudillos.

Cuando termina el siglo, mientras en España restauran la Monarquía, en América triunfan los que hoy consideramos ''hombres fuertes''; ahora unos dicen que fueron dictadores sangrientos y otros que fueron héroes; todos estamos de acuerdo en que ''consolidaron'' los nuevos Estados, ''modernizaron'' las economías, las sociedades y la cultura, e ''insertaron'' a nuestros países en el mercado internacional (entonces liderado por el Reino Unido) y en el sistema internacional cuyo principal actor era el Imperio británico. ¿Pero qué significa esto?

El periodo termina con la cristalización de la hegemonía del Reino Unido y de EEUU en los ámbitos militar, financiero e industrial, la hegemonía de Francia en el plano cultural y la fragmentación política de América Latina, la balcanización, la lucha por las hegemonías locales de parte de las oligarquías, pero también los legítimos proyectos populares de soberanía particular de los pueblos y de democracia; cosas que están relacionadas entre sí. La reivindicación de un ''pensamiento nacional'' permanece como un tema pendiente.




El programa bolivariano

Pero si Bolívar cae, con el tiempo, una vez que su trayectoria es vista en perspectiva, queda el ''programa bolivariano'', que es una reinterpretación de su biografía, de sus actos, de sus pensamientos, sueños y proyectos. Hoy se identifican casi, bolivariano y marxista. Y sin embargo, ni Carlos Marx, ni el marxismo originario aceptaron ni entendieron nunca a Bolívar o a Hispanoamérica, mucho menos al pensamiento hispanoamericano. Al principio, fueron formas de pensamiento que surgieron y evolucionaron de manera independiente, y que resultaban incompatibles, sobre todo porque Marx estaba muy influido por Hegel, que decía que las culturas americanas estaban destinadas a desaparecer ante el mero contacto con el ''espíritu'' de Europa.

El nuevo orden colonial del siglo XIX, justificado por Marx

Las Repúblicas hispanoamericanas se forman en el mismo periodo que Gran Bretaña entra en la Revolución industrial (primera y segunda fase) que Marx trata de explicar.

El materialismo dialéctico es el método marxista. Pero en el análisis marxista, la necesidad histórica exige, que para que haya socialismo, primero deben expandirse el capitalismo y la burguesía. Este desarrollo teórico lleva a Marx a justificar el colonialismo. Si Gran Bretaña abre las puertas del mercado chino a cañonazos está bien, porque difunde el capitalismo. Si Gran Bretaña conquista la India, está bien porque difunde el capitalismo. 

Este esquema marxista es colonialista, porque justifica la formación y difusión de relaciones coloniales (capitalistas) en el mundo. Y la difusión de relaciones capitalistas como expresión del progreso justifica el ''costo humano'' de la experiencia colonialista.



El pensamiento de Bolívar, a diferencia del de Marx, no era colonialista, no era racista, no justificaba el capitalismo imperialista en nombre del ''progreso'', pero además, era capaz diagnosticar las consecuencias que podía llegar a tener la expansión de EEUU y el Reino Unido sobre América Latina. Estos prejuicios todavía hoy están presentes en el pensamiento europeo y explican las características de la izquierda europea, que sin embargo, no deberían sorprendernos tanto. Esta visión del mundo lo que hace finalmente es ilustrarnos sobre qué bases y cómo justificaban los europeos en general una arquitectura colonial del mundo, que fue el gran plan estratégico del siglo XIX. Bolívar se dio cuenta.

Vamos a reproducir un pasaje muy conocido de Simón Bolívar, pero vamos a ponerlo en contexto:

''Los EEUU parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria a nombre de la libertad''.

Este es un comentario que Bolívar inserta en una epístola dirigida a Patricio Cambell, que escribe en Guayaquil el 5 de septiembre de 1829 cuando analiza los obstáculos que pueden impedir la unidad continental, y es interesante observar que dice ''la América'' y no ''Hispanoamérica''. El origen de este pensamiento lo podemos encontrar en una nota que dirige a su secretario Bernardo de Monteagudo y donde le explica por qué no hay que invitar a Inglaterra al Congreso de Panamá. Esta carta es del 5 de agosto de 1823, y dice lo siguiente:

''Luego que la Inglaterra se ponga a la cabeza de esta liga, seremos sus humildes servidores, porque formando una vez el pacto con el fuerte, ya es eterna la obligación del débil''.

Pero todavía esta nota tiene un antecedente, una carta de 1820 a Revenga que es de una lucidez increíble y donde dice lo siguiente:

''Jamás conducta ha sido más infame que la de los (norte)americanos con nosotros; ya ven decidida la suerte de las cosas, y con protestas y ofertas, quién sabe si falsas, nos quieren lisonjear para intimidar a los españoles y hacerles entrar en sus intereses''.


 


El marxismo del siglo XIX tiene las mismas características de racismo eurocéntrico (hoy defendido como ''excepcionalismo occidental'') que tiene todo el pensamiento europeo de la época, justificado con artillería de argumentos que no se sostienen. Es verdad que no se reduce a eso solamente, pero en gran parte es eso y en gran parte representa un claro retroceso en la historia de la civilización. Y entonces tiene mucho de leyenda negra contra el indio, leyenda negra contra el negro, leyenda negra contra el mestizo, leyenda negra contra el criollo y leyenda negra contra el español, y para decirlo en una palabra leyenda negra contra todos los pueblos que entren en la composición de América Latina.


Otras corrientes eurocéntricas

Lo que se conoce poco es que la doctrina racista de la superioridad de la raza aria (cuya versión actual, como hemos dicho es el ''excepcionalismo occidental'') no es un invento de Hitler, no surge en Alemania, sino en los EEUU, pero se manifiesta por primera vez en la Inglaterra del siglo XV; por lo tanto, es un producto anglo-norteamericano. Esto es algo que se maneja en las cátedras universitarias de EEUU, como lo demuestra este video. (Para activar los subtítulos presionar CC):



Esta doctrina racista hegemónica y ''ambiente'' es lo que explica por qué la comunidad internacional no reaccionó cuando México fue despojado de la mitad de su territorio. Ni siquiera reaccionó la comunidad hispano-americana de ese entonces. Como escribió Manuel Ugarte, autor de ''El destino de un continente'', en un párrafo que es de una meridiana lucidez y de una gran actualidad:

''¿Cómo no surgió una protesta en toda la América de habla española, cuando los territorios mejicanos de Texas, California y Nuevo México fueron anexados a los Estados Unidos? ¿Por qué razón no hubo en el continente una sublevación de conciencias, cuando los que fomentaron el separatismo de Cuba, en nombre de la libertad, invocando altos principios de justicia, y argumentando el derecho de los pueblos a disponer de su suerte, impusieron la enmienda Platt y la concesión de estaciones navales estratégicas en las costas de la isla?''.

Está claro que el racismo contaminó durante todo el siglo XIX la comprensión del Derecho Internacional, de las Relaciones Internacionales; la valoración de los aportes de cada civilización, de las personas, de las ciencias, incluida la Economía; de la Filosofía, y, la comprensión de la Historia de la humanidad. En este contexto racista se llevó a cabo el despojo y el sometimiento de América Latina.

Los EEUU de América del Sur

Hemos dicho que, a fines del siglo XIX, la región había caído casi completamente bajo la tutela del Reino Unido y de los EEUU, pero hay que hacer notar dos importantes excepciones. Una primera excepción era España, que se recupera de las guerras civiles de la primera mitad del siglo XIX y se industrializa, pero además logra reconstruir sobre nuevas bases, tales como el comercio, la inmigración, la regularización de las relaciones diplomáticas, la edición de libros de lectura popular a escala industrial sobre temas novedosos y de actualidad, etc., sus vínculos con América Latina, y organizar, por ejemplo, en 1892, el IV Centenario.

Sin embargo, España arriesgaba quedar aislada en su proyecto iberoamericano, si no surgía del otro lado del Atlántico, a semejanza de Brasil y de los EEUU, un Estado hispanoamericano económicamente desarrollado y políticamente fuerte. México fue una posibilidad, pero el sistema oligárquico de Porfirio Díaz funcionaba en beneficio de las grandes empresas alemanas, inglesas y norteamericanas. Lo mismo ocurre a fines del siglo XIX en Centroamérica y en el Caribe, salvo el caso de la República Dominicana. En Argentina no solo pasaba lo mismo, sino que la Argentina durante el siglo XIX fue uno de los países más aislacionistas del hemisferio y que más boicoteó el proyecto de integración continental.

Sin embargo, en el Río de la Plata hubo dos proyectos diferentes. El primero fue idea del escritor, político y diplomático uruguayo Andrés Lamas, de alrededor del año 1851, proponiendo la formación de una Unión hispano-rioplatense que incluyera a España. Lamas, como otros, estaba preocupado por la situación de total subordinación al subimperialismo brasileño (un subproducto del imperialismo británico) en la que había quedado Uruguay después de la ''Guerra Grande'' (1838-1851), que había terminado con la destrucción de la riqueza ganadera y de la población; con la extranjerización de la tierra, de los bancos, y la dependencia con los acreedores y prestamistas extranjeros, de manera que el país se veía obligado, en palabras de Lamas, a ''andar pordioserando por los dos hemisferios''. (En Obras Completas de Andrés Lamas). 

Pero el proyecto no se concretó. España no tenía la disponibilidad de capitales (como sí la tenía Gran Bretaña) para suscitar, en la fachada atlántico-rioplatense de América del Sur, un Estado que por su desarrollo industrial o de otro tipo, terminara por hacer de contrapeso mundial de sus adversarios geopolíticos, y mucho menos ''de manera artificial y a toda prisa'' como decía el intelectual franco-argentino Paul Groussac -hacia 1896- que se habían formado los EEUU.

El otro fue un proyecto del también uruguayo General Fructuoso Rivera, que en este momento es un personaje histórico que no tiene buena prensa, pero que sin embargo estuvo detrás de un proyecto tan trascendente. Y es muy interesante que Juan Antonio Lavalleja compartiera el proyecto, aunque tenía su propia versión del mismo. Tanto Rivera como Lavalleja eran herederos del pensamiento integracionista de José Artigas, el fundador de la Confederación de Pueblos libres, si bien se tiende a pensar que ellos traicionaron el pensamiento de Artigas. Rivera, de ideología republicano-federal, era un caudillo con un enorme carisma e influencia sobre la gente. Su plan era apoyar la formación de un movimiento separatista republicano en el sur del Imperio de Brasil y formar la Confederación del Uruguay o Uruguai Mayor, con Rio Grande do Sul, de manera que surgiera una gran República suratlántica ganadera, agrícola e industrial con salida al Atlántico y al Río de la Plata. Para ello contaba con el apoyo de militares brasileños como el Mariscal Sebastián Barreto, el Coronel Bento Manuel Ribeiro, el Coronel Bento Gonçalves da Silva y otros. Lavalleja tenía propuestas similares, y en 1832 impulsó el Estado Cuadrilátero, confederación que formarían Rio Grande, Corrientes, Entre Ríos y Uruguay, la zona portuaria, ganadera, agrícola e industrial más importante de América del Sur. Sin embargo, ninguno de los dos proyectos fructificó.

Pero donde se formó espontáneamente un Estado que pudo haber hecho de contrapeso hegemónico de las grandes potencias occidentales en el caso de haber sido tomado como referente por los países hispanoamericanos, fue en una zona de enorme valor histórico, cultural y geopolítico para América Latina, como es Paraguay, primer centro importante de difusión de la cultura hispanoamericana en el Río de la Plata, de raíz guaraní; primer centro político, económico y religioso del Plata, muy poblado y muy rico en recursos estratégicos.

Francisco Solano López fue elegido Presidente de Paraguay en 1844, y hasta 1854. Durante este periodo continuó el proceso modernizador que había iniciado Carlos Antonio López, pero en 1853-1854, sobre el final del mandato, hizo importantes contactos en Europa, con la finalidad de introducir elementos que pudieran acelerar no solo la modernización del país, sino una novedad en los países hispanoamericanos de la época, la industrialización. Paraguay fue el primer país hispanoamericano en desarrollar un plan de industrialización propia; fue el primero en tener altos hornos de fundición, líneas de telégrafo, barcos a vapor y ferrocarriles sin necesidad de recurrir al capital británico

En 1862, López fue reelecto Presidente del Paraguay y entonces presentó un proyecto para concretar alianzas estratégicas dentro de la región. Hasta ese momento Paraguay había desarrollado una política de aislamiento y se había desarrollado en soledad.

Uruguay se encontraba en ese momento en el estado que describía Andrés Lamas y que dejamos planteado más arriba, es decir en estado de completa sumisión al subimperialismo brasileño, dependiente del imperialismo británico. En 1860, fue electo Presidente de Uruguay, Bernardo Prudencio Berro, quien se propuso ''nacionalizar nuestros destinos'', ya demasiado extranjerizados. Ese mismo año, Uruguay inició un tímido proceso de modernización, con la introducción y difusión del ovino en la campaña, que era una oportunidad para colocar un producto diferente en el mercado internacional, considerando que, en EEUU, un importante productor de fibras vegetales (algodón) para la floreciente industria textil, estaba por estallar la Guerra de Secesión. Pero el algodón del sur de EEUU se podía sustituir por la lana del Río de la Plata.

Tanto López como Berro pensaron que era la hora de formar una alianza estratégica. Uruguay tendría un aliado fuerte, con experiencia industrial propia, en el interior del continente, y Paraguay tendría puertos de salida de su producción industrial por el Río de la Plata. Para entender lo que significaba esta alianza y posible futura integración, hay que pensar que la superficie de Paraguay era entonces mayor que en la actualidad, porque abarcaba territorios que luego le fueron quitados por Brasil y Argentina.

Cuando el Sur esclavista derrota al Norte industrial

Sin embargo, Gran Bretaña, con apoyo de las oligarquías de Brasil y Argentina, instigó una guerra contra el Paraguay, la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870). Los tratados entre los aliados contenían cláusulas secretas por las que se aseguraban la destrucción del Paraguay. En 1863, Brasil intervino a través del caudillo Venancio Flores provocando un golpe de Estado sangriento, que incluyó el bombardeo de la ciudad de Paysandú y acabó con el gobierno de Berro en Uruguay. 




La derrota y destrucción de Paraguay en 1870, tuvo para América Latina las mismas consecuencias que hubiera tenido en EEUU la derrota del Norte industrial por el Sur esclavista, lo que además hubiera ido acompañado de la derrota del proyecto de industrialización o la dependencia del capital británico. 

Sin embargo, la Guerra del Paraguay puso en alerta a los intelectuales sobre una serie de cuestiones que resultaban evidentes: la manipulación de la opinión pública, la sumisión de las élites a los intereses británicos, las consecuencias de la división interna y la intencionalidad de los Imperios coloniales de destruir los proyectos de desarrollo autónomo emergentes en América Latina. La Guerra del Paraguay demostró de lo que era capaz América Latina en materia de desarrollo propio pero también de destrucción propia si se dejaba manipular por los Imperios coloniales. Puso en evidencia lo destructivos que pueden llegar a ser esos Imperios coloniales.





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